Actor, modelo ocasional y accidentado, Ludovico Di Santo cultiva una buena relación con su guardarropas
Para este shooting, ¿habrás querido pedir un doble de riesgo?
No tengo el mejor de los recuerdos. En Brasil bajé trotando un morro, quise frenar, había rocío y me caí. Me facturé tibia y peroné. Cuatro meses de cama y un año sin trabajar: un garrón. Al principio fue difícil, estaba acostumbrado a trabajar muchísimo, en tres años me tomé dos semanas de vacaciones y con un libreto para estudiar. Pero al final pude disfrutar también de llevar a mi hijo al jardín, ir a la plaza, nadar. Resultó un buen plan.
¿Cómo es tu relación con la moda?
Me gusta la moda, y la ropa, pero no sacarme fotos. Mi abuela era modista, cosía con la Singer y yo estaba siempre molestándola alrededor. Tengo ropa de hace muchísimos años.
¿Cómo son tus días?
Me levanto temprano, si puedo voy al gimnasio y me voy a grabar. Vuelvo, juego con mi hijo, la cena y a dormir. De lunes a viernes es así. De la casa al trabajo, muy peronista. El gimnasio es parte del laburo. No me cuido mucho, pero si me zarpo dos días, el tercero como sano. Evito las harinas.
¿Cómo te ves en diez años?
En una playa, tomando una cerveza, sacando una reposera a la mañana, entrándola a la noche. Ahí me gustaría estar. ¿Dónde me veo? En Buenos Aires, laburando. Estoy abierto a que pasen otras cosas. En este momento, lo que me gustaría hacer es teatro. Pero no tengo ningún proyecto, más allá de la tira.
En televisión siempre sos el antigalán. ¿Estás bien con eso, o querrías ser el bueno del que todas se enamoran?
El papel de Sos mi hombre era malísimo. El de El Elegido no era malo, pero tenía sus vicios: le gustaban las drogas y las mujeres. Más bien un descarriado. Hice de gay en El Tiempo no para. El galán bueno siempre es lo más aburrido de todo.
No le envidías nada a Echarri.
A Echarri le envidio un montón de cosas, pero no particularmente eso. No el rol del que padece todo, sufre todo, siempre está enamorado. Es el papel más menospreciado. Y es el más difícil.
¿Qué personaje serías vos?
Hay tantos matices… Todos tenemos cosas del malo, del bueno, del vicioso, del que sufre, ama, envidia. Todas esas emociones me son conocidas.
¿Alguna manía?
Mil, todas muy estructurales y no creo que las supere en mi vida. Por ejemplo, siempre lo primero que pienso es que no voy a poder. Aunque después puedo. La otra cara de eso es que tengo mucho tesón: se me mete algo en la cabeza y lo voy a hacer o me voy a morir en el intento. Una pequeña gran virtud. Intento, intento, hasta que me sale.
¿Eso te pasó con la actuación?
Sí. Estaba en crisis con Comunicación Social y me puse a estudiar teatro. Empecé a hacer castings para publicidad y me iba muy mal. Hice nueve meses de casting para por fin quedar en mi primera publicidad, un antiácido para México. Eso es tesón.
Y después te agarró la tele y no te soltó más.
Tengo momentos de amor y odio, pero en general, la quiero.
Vi una foto en Twitter: ¿quiénes son los mutantes?
Son los chicos, los amigos de la vida. Algunos de Buenos Aires y amigos de mi pueblo, Lincoln. Me he dedicado a cultivar la amistad. Le doy mucha importancia. Lo valoro. Son parte de mi familia.
Foto: LA NACION / Martín Lucesole
Categorías:Cultura y sociedad
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