Generoso, erudito, carismático, personaje clave del arte argentino y gran aliado de los artistas. Rafael Squirru es uno de los más queridos amigos de muchos creadores locales, y anteayer quedó demostrado en el afectuoso homenaje que le rindieron al cumplir 90 años.  En el colmado auditorio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), que él fundó en 1956, y con palabras de sus sucesores, Victoria Noorthoorn, Raúl Santana, Inés Pérez Suárez, Roberto del Villano y Laura Buccellato, se multiplicaron las historias que lo tienen como actor clave de un gran capítulo de las artes visuales. Ahí estaban Dalila Puzzovio y su hermano Charlie Squirru, Leo Vinci (que habló en representación de todos sus colegas), Graciela Ieger, Ana Candioti, Enrique Savio, Pedro Roth, Guillermo Roux y Franca Beer, María Luz Seghezzo,  y la hija y biógrafa del homenajeado, Eloisa Squirru.

Poeta, ensayista, crítico de arte, autor de más de 50 libros, escribió en La Nación durante décadas, y desde su puesto en Cancillería durante el gobierno de Arturo Frondizi fue el responsable de dos primeros premios, cuando envió las esculturas de Alicia Penalba a la Bienal de San Pablo y los grabados de Antonio Berni a la Bienal de Venecia. Como director de Cultura de la Organización de Estados Americanos (OAS) difundió la cultura latinoamericana a nivel mundial hasta su renuncia en 1970. Todavía recibe a los artistas a los que tanto ayudó con su aliento y su pluma, eternamente agradecidos.

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Retratos de Squirru: Aldo Sessa.

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