Mañana se presenta este libro de oro de Alina Diaconú, Y seremos como dioses… Tuve la suerte de acompañarla desde que fue una idea, un deseo, hasta que se convirtió en la joya que está en nuestras manos, gracias al talento para hacer cosas hermosas de Eugenia Rodeyro y @Victoria Blanco de India Ediciones.

Fue el último proyecto que compartimos con Guillermo Roux, nuestra excusa para meriendas y mil llamados para secretear cómplices. Sus tintas son un tesoro que se guardan entre los poemas de Alina, que a él tanto le gustaban.

No podré acompañar mañana a Alina en @colecciondeartefortabat pero tendrá muy buena compañía. Les recomiendo mucho este libro. Es una delicia. Les dejo acá una pocas líneas que escribí para prologar uno de los tres cuadernillos que se guardan en esta caja de arte y versos:

Una pubertad vehemente que pervive en las ganas de contar. Un amor furioso, indomable, literario e inspirador, del que no quiere salir. La necesidad de seguir dando nombres, enunciando cosas. Alina no hace grandes ceremonias, le basta un papel y un lápiz para que empiecen a brotar los versos, las preguntas, los silencios.

En un café cerca del Teatro Odéon de París dibuja una estrofa en una servilleta. Otras veces recurre a cuadernos y papelitos, o tipea un, dos, tres, en un teclado que recibe sus embates. Toman forma de versos cortos, apenas una o dos palabras por línea, y zaz, el salto al vacío del renglón que sigue que nunca teme dar.

Tormenta o fuego, no tiene tiempo más que éste y lo usa para escribir. Encuentra sentidos a las olas de una tempestad y a los cantos de los pájaros. Su sangre vegetal teje poemas que crecen como enredaderas. La poeta es vibrante como los dibujos eróticos de Guillermo Roux que inspiran sus palabras. Fuerte, libre, esperanzada, ligera como la acuarela que quisiera ser, pone en letras el volcán que la habita.

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