Fieles ya acampan por San Cayetano

En Liniers hay carpas y casas rodantes por la celebración del 7 de agosto

Con casi un mes de anticipación, decenas de devotos hacen fila para ser los primeros en rezar a San Cayetano, el 7 del mes próximo, en el santuario situado en Cuzco 150, en el barrio de Liniers. Ya se instalaron las primeras carpas y casas rodantes y varios grupos de mujeres se turnan para cuidar durante el día su lugar en esa fila.

La pionera de esta temporada es sin dudas «Nori» -como la llaman sus amigas-, una peluquera de 57 años que vive en Moreno. Desde hace 43 años, se instala con su casa rodante sobre Cuzco, a metros de la iglesia, por una promesa hecha al patrono de los trabajadores y de los humildes: su hijo se curó de cáncer y ella cumple ahora con lo que ofreció a cambio de aquel milagro.

Otras cuatro mujeres inauguraron la fila de fieles, con sendas carpas. El marido de Nidia Eva Silveyra tuvo un accidente y, luego de su rápida recuperación, ella se comprometió a agradecer personalmente a San Cayetano durante 7 años, todos los 7 de agosto.

A pesar de que los médicos le indicaron reposo por su tobillo quebrado, dejó, junto con su amiga Susana D´Agosto, Lomas de Zamora para acampar por sexta vez en la esquina de Byron y Gana: tienen colchones, frazadas y un sol de noche que, de día, deja lugar a un par de sillas de playa y a una mesita.

Allí comen los que compran en comercios de los alrededores y a los asiduos vendedores ambulantes. Utilizan los sanitarios de la parroquia, donde también se pueden duchar.

Hay creyentes que tienen una larguísima trayectoria en esto de aguardar a la intemperie. Por ejemplo, Catalina Mazzotta visita el santuario desde hace 66 años, que son toda su vida. Es que se crió en el colegio parroquial y siempre vivió en el barrio.

Otras veinte mujeres se turnan durante el día para cuidar un lugar en la cola de peregrinos para sus familiares y vecinos, sentadas en banquetas en la calle. Por ahora, durante la noche las reemplaza un cartel con sus nombres pegado en la pared de los negocios de la cuadra de Byron al 6900, donde ya las conocen.

Pasan el día juntas, entre mates que aportan calor a la espera, tejidos y charlas interminables. Luego de tantas tardes compartidas durante varios años, ya son grandes amigas, comentaron a La Nación .

Los motivos que las llevan a tan larga espera son agradecer por la salud y el trabajo, y también pedirlos.

Pero no son siempre las mismas: por ejemplo, María Lina Benítez forma parte de un grupo de 50 vecinos de José C. Paz que, desde hace quince años, se organiza para que cada día alguien cuide el lugar. A mediados de mes, cuando la concurrencia aumenta, ya se quedarán los hombres por la noche, porque a ellas les parece peligroso.

El otro gran grupo, ya instalado desde el 2 del mes último, se formó hace años en esa misma fila. La abuela Dora Landoni, con su clásico rodete gris, es una de las líderes, «que con su humor y su buen corazón alegra la jornada», se comenta.

Muchas personas trabajan, pero se hacen un huequito en el día para acompañar a las de la larga cola, en la jornada que no les toca a ellas.

Dicen que vale la pena: «Cuando llega la medianoche del 6 de agosto y se abren las puertas de la parroquia, dos filas de sacerdotes nos dan la bienvenida en el pasillo central, suenan las campanas, se lanzan fuegos artificiales, y después de tantos días de oración y espera es inexplicable la emoción que se siente», contó conmovida Betty Flores. .

María Paula Zacharías