Una subasta de arte contemporáneo reavivó en los últimos días la necesidad de que a los artistas se les reconozca un derecho: el droit de suite o la potestad de percibir un porcentaje cuando sus obras sean revendidas. En Roldán salieron ayer a subasta piezas de artistas jóvenes y consagrados en plena actividad que fueron compradas en los últimos años, pero a precios mucho menores de lo que es hoy su base. Por ejemplo, una obra comprada hace seis años a 10.000 pesos ahora sale a remate por 18.000 dólares.
Es natural y positivo que los precios hayan crecido, porque indica que ese artista hizo carrera, y que el coleccionista hizo bien en pensar que era una buena inversión. Pero el lote que sacó a remate la casa Roldán es inusual por la calidad y cantidad de artistas vigentes (solo se ven obras de artistas vivos en remates cuando son benéficos, como el que organiza el Museo Sívori, o en casas de empeño, como resulta ser el Banco Ciudad).
Los coleccionistas Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez decidieron deshacerse de sus más preciadas obras, las que los acompañaban los últimos veinte años en las paredes de su casa, también con un fin solidario: quieren invertir en artistas de provincias, con la intención de hacer el mercado un poco más federal. Son 65 de las 400 obras que atesoran, que parten de bases de 1000 dólares por un libro de Macchi y llegan a 28.000 dólares por una pintura de Matías Duville. Para seguir invirtiendo necesitaban lugar y, naturalmente, capital. «Hace años que para nosotros comprar era un problema porque no teníamos dónde guardar obras. Queremos estar más atentos a lo que pasa en otras partes del país. Muchas de estas obras que compramos significaron para los artistas poder seguir produciendo o dar un salto en sus carreras. Queremos ayudar ahora a otros», dice Rodríguez.
«El único antecedente de subasta de arte contemporáneo fue en 2019, con obras de Alberto Sendrós. No tuvo la misma fuerza porque no era una colección forjada en veinte años como lo es ésta. Todas las obras fueron adquiridas a través de galerías y han apuntalado carreras, porque llegan a tener diez obras de un mismo artista», dice Nahuel Ortiz Vidal, que es doble agente, tercera generación de subastadores en Roldán y galerista en Barro.
Será importante ver qué efecto trae en el mercado: si ayuda a hacer crecer los siempre magros precios del arte local y si contagia las ganas de comprar, o si al revés, satura el mercado y aplaca las ventas. Hay resquemor entre galeristas (lo habitual es que ellos mismos se ocupen de revender a sus artistas) y también entre muchos de los participantes, que compartieron una placa que reza, entre otras cosas, por «la urgente necesidad de respetar y exigir los derechos de autor sobre las obras de arte», «el compromiso profesional y considerado de todas las partes» y que «se instale y legitime el pago de un porcentaje al autor, en el caso de reventa».
¿Qué es el droit de suite? Se trata del derecho de participación, que se suele decir en francés, droit de suite, porque la lucha por su reconocimiento comenzó en París, en 1920, cuando murió el pintor Millet en la pobreza mientras sus cuadros se revendían a cifras siderales. En el mundo hoy hay 75 países que aplican este porcentaje que varía entre el 2 y el 5% para el artista o sus herederos hasta 70 años después de fallecido. Lo protege el artículo 14 del Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, aprobado en la Argentina por la ley 25.140.
En el país, quien lleva la bandera por su implementación es la Sociedad de Artistas Visuales Argentinos (SAVA), que representa a 400 creadores locales y a 80.000 de todo el mundo en el país, en sociedad con 45 entidades foráneas. «La unión hace la fuerza», declara Yuriem Echevarría Cabrera, su directora. Es una entidad de gestión colectiva de los derechos de autor, en beneficio de fotógrafos, pintores, escultores, dibujantes, grabadores, y de todo otro lenguaje comprendido en las artes visuales, que otorga licencias, cobra y distribuye derechos patrimoniales como el derecho de reproducción, comunicación pública y reprografía. La adhesión es gratuita pero se sostiene con un porcentaje de lo recaudado. «Los artistas pueden vender el soporte de sus obras, pero eso no quiere decir que pierdan sus derechos como autores, y pueden reclamar por uso y reproducción de sus imágenes en publicaciones, libros y catálogos», explica.
«Creo que nunca hubo una subasta con esta calidad de obras. Es bastante inusual. Son las reglas del mercado. Yo no soy proclive a las subastas de arte primario, me gustan más las de secundario, es decir, artistas ya fallecidos o muy establecidos. A mí me hubiese gustado tener la primera opción de vender las obras, yo he revendido obras que antes había vendido. Pero Abel y Joaquín son compradores supercorrectos. El mercado es esto. El que compró una obra hace lo que quiere con su obra», dice Orly Benzacar, que es galerista de varios de los artistas del catálogo de Roldán para esta noche, como Jorge Macchi, Ana Gallardo, Ernesto Ballesteros y Leo Chiachio y Daniel Giannone, entre otros.
«Abel y Joaquín son coleccionistas sinceros y apasionados que han sido promotores del arte local -dice otra galerista, Nora Fisch-. Si por razones de índole privada necesitan o desean vender parte de su colección, están en su pleno derecho: mercado primario y secundario son dos caras de la misma moneda. Esto es así en todas partes del mundo donde hay mercados de arte contemporáneo sólidos. Por ahí es una señal de que el nuestro está empezando a madurar. Las polémicas a veces son parteras de cambios saludables para la escena en su totalidad». «Los artistas somos bastante mal tratados. Bienvenido este momento en el que estamos discutiendo todos estos puntos», analiza la artista Ana Gallardo.
Que la ley se sancione y entre en vigor en el país es un anhelo de antaño. «Se han presentado desde 1986 ocho proyectos de ley», dice Echevarría. «Un proyecto avalado por SAVA obtuvo media sanción en el Senado en 2015, y luego perdió estado parlamentario. En octubre pasado entró uno nuevo, muy similar, y tendremos todo 2020 para lograr su tratamiento. Incluye el 5% de derecho de participación», indica. Los artistas argentinos no lo cobran ni siquiera cuando sus obras se revenden en países que tienen este derecho contemplado porque la mayoría de las naciones exige condiciones de reciprocidad. «Sin el reconocimiento del derecho por nuestra legislación, los artistas argentinos no están protegidos en el extranjero, y se les niega la percepción del dinero recaudado en importantes mercados», dice Echevarría. La excepción, siempre, es Uruguay: «Ellos lo gestionan muy bien y no exigen reciprocidad».
Nervios, martillos y precios
Sala llena, ni una de las 70 sillas vacías. Estaban los coleccionistas de siempre, los nuevos, los de otras ciudades, curadores, representantes de cultura de provincias, galeristas varios, algún artista. Copas que iban y venían y un martilleo constante. La primera obra que salió a la venta casi duplica su base: la pintura de Fátima Pecci partió de 2500 con tres reservas. La puja terminó en 4500 dólares. Se fue luego una obra de Gabriel Baggio por 6500 dólares y Mariela Scafati alcanzó los 12.390 dólares. Duplicaron sus bases Ernesto Ballesteros (24.190) y Max Gómez Canle (20.650). Se fue después una escultura de Elba Bairon (23.000) y hubo ovaciones cuando una gran pintura de Matías Duville llegó a uno de los valores más altos: 49.560. «Es el De la Vega del futuro», anunció el martillero ante el tríptico de Ad Minoliti, que marcó un récord para la artista: 92.040 dólares con comisiones (cada parte, 26 mil).
Publicado por La Nación, 14-11-19. Link: https://www.lanacion.com.ar/cultura/subastas-ojo-tormenta-proyecto-pide-artista-cobre-nid2306328
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