Un barco olvidado en una playa desierta. Encallado en la arena, el Desdémona se corroe apenas alcanzado por un hilo de espuma del Océano Atlántico. Un día, será polvo. O quizá una sudestada feroz como la que lo arrojó afuera del mar vuelva a tragarlo y otra vez surcará las olas convertido en barco fantasma. En el imaginario de la isla de Tierra del Fuego entran leyendas como ésa porque en este confín del mundo, tan lejano de todo, nada es imposible.
Gustavo Groh traza su itinerario de búsqueda de una identidad visual para su terruño. La suya es una mirada local que renueva la sorpresa del hallazgo. Puede conmoverse una vez más con una coraza oxidada o con el flaco esqueleto de una nave descascarada. Otras veces se ríe de las paradojas: un faro inclinado es muchas más cosas que un faro inclinado. Es una incertidumbre, el comienzo del olvido o una tensión siempre al borde del cataclismo. ¿Cuánto tiempo falta para que todo se vuelva una ruina?
Pero está el color, que viene a recordarnos que éste no es páramo, sino tierra habitada, leve y empeñosamente habitada en la pequeña franja donde la geografía lo permite. En las pinturas murales los barcos navegan y los faros se yerguen orgullosos, como en las postales del Fin del Mundo, esas de los picos nevados y los cruceros rebosantes de visitas en la bahía.
En las tomas hay una visión horizontal. La vista ancha de los paisajes. Las fotos son algo así como el rescate de una idiosincrasia. Entre la extrañeza y la arqueología, una impresión personal cargada de ironía: la serie se titula Panorama paraíso.
La atmósfera es distinta. Hay otra luz. Se puede ver muy a lo lejos. El clima también modela el temperamento. Groh nota una diferencia entre las ciudades patagónicas de montaña, encantadoras, y las ciudades patagónicas costeras: las siente más hostiles. Quizá por sus características de puerto, por su veta industrial o por la colección de viejas construcciones en desuso. O, tal vez sean la sal en el aire y esa humedad malsana.
El color es una forma de habitar la isla. Algo salvaje, irrumpe y se desvanece con el viento y la inclemencia. Hay una cierta precariedad en aquella centolla como adorno, en la castorera de una foto decolorada que empapela un bar, en los graffitis sobre autos destartalados y en un monumento desangelado. Tienen algo que ver con esas otras formas de arte menos intencionado que pueden ser el relucir de las aspas de un molino o un amasijo de sillas. Una estética de la estridencia y los contrastes. Una manera quizá de ser visto entre tanta inmensidad y tanta nieve.
A este lugar se llega huyendo o buscando. No hay mayor arraigo. Los desertores dejarán una estela de edificaciones destrozadas, viejas carrocerías arrumbadas y techos de chapa. La misma tristeza de los troncos cenicientos del Bosque Quemado. La rabia del imponente Eolo, del que sólo queda una armadura desnuda de techo y paredes chirriando en el Lago Fagnano, otro naufragio.
Así, con desparpajo y ternura, la isla es puesta en imágenes. La fotografía es una manera de entender un lugar y un tiempo (y de buscar una esencia). El sol sale en una casa modesta, amorosamente pintada. La esperanza también está en el delicado contraste de un techo rojo sobre una casita verde de colonos. Y en los signos del trabajo rural, en la mirada de un animal, en los recursos de fe, en los iconos más cotidianos o en la puerta abierta de la barcaza que cruza a los vecinos de dos países. Una salida o la puerta de entrada de un lado a otro del Estrecho de Magallanes. La promesa de todas las fronteras.
María Paula Zacharías
diciembre 2015
Medida 12x30cm 102 páginas. Edición especial limitada a 50 ejemplares encuadernados artesanalmente por OJOSVISTA publicaciones. El libro se puede adquirir en la tienda del Museo Marítimo de Tierra del Fuego.
Para ver el libro completo:
https://issuu.com/ojosvista/docs/panorama_paraiso
Para adquirirlo: gustavogroh@gmail.com
Categorías:Libros
Gracias Paula!!!
Gustavo Groh
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