Yoko Ono es mucho más que la malquerida por el público de los Beatles, viuda de John Lennon y la oscura razón de la separación del grupo (pensar que una mujer es responsable de la pelea entre cuatro señores grandes atrasa unos cuantos siglos, hasta los tiempo de la caza de brujas). Sí, ha sido una mujer particular. Y sigue siendo una de las artistas conceptuales más interesantes de su tiempo, pionera del arte participativo, vanguardista de la performance y activa figura del movimiento Fluxus y los happenings de los 60.
En el Malba, la exposición Dream come true propone recorrer, mirar, hacer y pensar sus instrucciones, una serie de consignas que viene proponiendo desde hace seis décadas y que aún practica: el arte es con el otro, en el otro. En ochenta piezas –objetos, videos, films, instalaciones y registros sonoros producidos desde principios de los 60 hasta hoy–, la artista es un disparador de sensaciones. Y una propaladora de mensajes a favor del amor, la paz, la ecología, defensora de las mujeres y de la igualdad de todos los géneros, en contra del racismo y la homofobia. Por eso, fue la elegida por la institución para festejar su quince aniversario.
Se la esperaba en Buenos Aires, pero su salud frágil de 83 años no se lo permitió. Yoko Ono nació en Tokio en 1933, en una de las familias más ricas –propietarios de bancos–, tradicionales y cultas. Fue la primera mujer aceptada en la facultad de Filosofía de la Universidad de Gakushuin, en la que estudió junto al actual emperador Akihito. De chica vio caer las bombas atómicas, y aquel miedo y el budismo zen aún la acompañan. Aunque vive en Nueva York, nunca se nacionalizó y sigue viajando regularmente a su tierra. John Lennon fue su tercer marido, y se conocieron cuando ella era una artista de culto. Sufrió entonces el secuestro de su hija Kyoko por su ex marido, y por décadas no volvió a encontrarla.
“Pásate una semana riendo”, se lee en las puertas de entrada al Aeroparque Jorge Newbery. Sus instrucciones se esparcen así del texto a la performance, el sonido, la instalación, el film, el objeto, los carteles en las calles de Buenos Aires, las páginas de un diario, una parada de colectivo o en el subte, en la radio y llegan por mail o redes sociales. Se expanden puertas afuera del museo, porque sus obras se completan cuando alguien se involucra aunque más no sea mentalmente. La exposición es efímera, ningún objeto permanece: la revolución-Ono fue desvanecer del todo el objeto de arte y volver imposible su comercialización. Pura poesía. No hay obras que cuidar, sino que la mayoría de lo que hay exhibido ha sido recreado y está ahí para que el espectador lo modifique. La visitaron más de 50.000 personas y han dejado sus propias huellas.
El equipo de montaje se la pasa reponiendo los materiales para las piezas que hacen lugar para la expresión del público: pintura para tela, tinta para los sellos, clavos, stickers, tizas, vajilla rota, papelitos blancos y testimonios enviados por vía virtual. “Creo que el público porteño ha recibido con entusiasmo y atención la invitación para hacer la muestra en conjunto con Yoko, como decía el mensaje en video que envió para la inauguración. Está viniendo muchísima gente. Hay veces que se acercan 3000 personas en un mismo día, lo que representa un gran esfuerzo”, dice Agustín Pérez Rubio, director artístico de Malba.
La muestra, curada por el amigo de la artista Gunnar B. Kvaran, director del Museo Astrup Fearnley de Oslo, y por Pérez Rubio, fue pensada para la Argentina, por lo que las textos de sala y el catálogo están en castellano. Sólo quedó en inglés el título de la muestra y las leyendas del merchandising de la tienda: las remeras Feel y Fly, la postal Dream o el lápiz Touch. El nexo con los artistas locales se ve en el Evento agua, por la que Ono convocó a un grupo de doce artistas latinoamericanos, seis mujeres y seis hombres, a crear una obra para acompañarla.
“Expresa tu amor por lo que sea que ames”. “Pinta tus uñas del mismo color que tu corazón”, decía, imperativa, Ono hace unos días vía Twitter para todos sus seguidores. Las primeras instrucciones fueron compiladas en Pomelo (Grapefruit), un mítico libro de 1964, que el museo reedita para esta muestra, pero las instrucciones siguen siendo hoy el centro de su producción. En 1998 se vio su otro costado en la ciudad, el de las instalaciones participativas, con ocho piezas en el Mamba y el Centro Cultural Recoleta.
En el museo la idea no es quedarse afuera, sino dar cuerpo a las acciones que la artista alienta. Leerlas, leérselas a otros, ver cómo las lee la artista, llevarlas a cabo o mirar cómo las llevan al acto otras personas. Antes de entrar a la sala ya se lee una orden en la pared: “Ríndete a la paz”. Un lienzo agujereado invita a pasar la mano para estrechar la de quien esté del otro lado. Es Pintura para apretón de manos (pintura para cobardes), que dice: “Dales la mano y conversa con las manos”. O una gran bolsa de tela, la Pieza Bolsa, espera que alguien se meta a jugar o a mirar “el mundo a través de la bolsa”. Detrás de una cortina negra, un espacio para ejecutar el Poema táctil para un grupo de gente: “Tóquense unos a otros”.
Está en curso un ciclo que lleva a la escena una selección de 17 de sus piezas performáticas de los años 60, dirigidas por Agustina Muñoz. Entre otras, Pieza de Corte, de 1962, una obra emblemática en la que Ono se ofrece para que el público corte su vestimenta, que pone de manifiesto la violencia que sufren las mujeres a diario. Serena se la ve en las fotos que recuerdan su activación en otros tiempos. En Pieza de voz para soprano tres mujeres cantan “deformemente, con espasmos, susurros y gritos” durante 4 o 5 minutos. Para Ono, es una rebeldía al sigilo nipón, un acto sexual de emancipación y deseo. En ese sentido a su vez corre el Film Libertad, de 1970, donde Yoko Ono intenta romper su corpiño. También se lleva a escena, Pieza de prometer: un jarrón entra en escena, se lo rompe y se invita al público a llevarse los pedazos. Se hace una promesa grupal: “En diez años nos juntamos a recomponerlo”. Una esperanza compartida.
En Pieza de encender, de 1955, se ven sus fotos históricas, la artista joven, de larga melena negra, sentada a un piano de cola: “Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma”. Igual de joven y radiante se lo ve a Lennon protagonizando la Pieza risa (“Pásate una semana riendo”) en el Film N°5, Sonrisa, de 1968. Pronto la pareja protagonizaría la más recordada campaña antibélica con las encamadas por la paz en contra de la guerra de Vietnam, grabarán discos juntos y crearían arte como lucha política y social a cuatro manos. Una historia de amor intensa, atípica y trágica. A Ono le llevó una década volver a crear después del asesinato de Lennon.
“Las obras tienen un proceso, nunca son las mismas y tampoco es lo mismo para cada persona. Hay una idea de capas de significado y de contenido en muchas de las obras. Eso también es lo que quiere Yoko, que cada persona se lleve su momento personal pero que la muestra en sí condense una experiencia colectiva. La idea de hacer arte entre todos junto con la artista”, propone Pérez Rubio. Por Escultura parlante para Argentina, un teléfono rojo retro, llamará Yoko Ono alguno de estos días. Alguien tendrá el gusto de saludarla.
Sube escaleras. Una escalera de pintor abierta invita a ascender hasta el pedazo de techo suspendido a la distancia del brazo. Con la lupa que cuelga de él hay que buscar un sí escrito en alguna parte. Se trata de la Pintura de techo (pintura del sí), que fue la que quizá enamoró a John Lennon cuando visitó la muestra de Ono en Indica Gallery, de Londres (cuyo techo era mucho más bajo que el de Malba). Hay otra escalera, caracol y de hierro, pintada de azul, que llega hasta una ventana en el techo que el museo abrió para esta exhibición. Se trata de Escalera al cielo, y la intención es subir a mirarlo. Puede haber más, porque la artista ha lanzado una invitación al público (con una advertencia): “Trae una escalera que te guste, pintada de dorado. Sé consciente de que tu elección –el tamaño que tenga y el material de que esté hecha la escalera– van a determinar tu ingreso al futuro”. Alguien dejó ahí ya tres escaleras chiquititas de metal, hechas a mano.
Cuenta tu historia. “Escucha tu corazón, respeta tu intuición, manifiéstate, no hay límites”, anima Ono. Leer los testimonios de Resurgiendo es desgarrador. Cientos de mujeres latinoamericanas han roto el silencio y cuentan sus historias como víctimas de la violencia machista, junto con fotos de sus ojos. Los papeles que cubren toda una pared se van cambiando semanalmente para alojar nuevos relatos, y luego integrarán un libro (hasta el 16 de octubre se reciben aportes por la página http://www.malba.org.ar/arising/). Más esperanzadora es Pieza para atrapar deseos, que son tres árboles y están al aire libre. “Pide un deseo. Anótalo en un pedazo de papel. Dobla el papel y átalo a la rama de un árbol de los deseos”, indica Ono. Las ramas ya están cargadas de sueños. En Mi mami es hermosa se invita a dejar palabras para la propia madre. El resultado: una pared llena de mensajes de amor.
Interviene las obras. Reparar, pintar, clavar clavos. Las instrucciones a veces pueden materializarse sobre la superficie que Ono ofrece. Por ejemplo, la Pieza reparación, reza: “Repara con cuidado. Mientras lo haces, piensa en reparar el mundo”. Ante el visitante hay una mesa llena de guijarros de porcelanas y cerámicas, y abundante pegamento. Sobre los estantes que hay detrás, se exhiben las curiosas piezas resultantes, metáforas de actos de sanación. Otra pieza interactiva invita a clavar un clavo en una cruz de madera. Es también parte de la leyenda del romance Ono-Lennon: “Te doy cinco monedas imaginarias si me dejas clavar un clavo imaginario”, dijo el ex Beatle en el primer encuentro de 1966. Ya casi no queda lugar para hacerlo. Imagina la paz sucede ante una pared llena de mapas: “Estampa la paz en la ciudad que quieras”. La Pintura añade color es eso, un lienzo listo para que el público lo pinte, pero donde ya no queda espacio en blanco: a veces está más amarillo, otros días se pone más negro. Está en permanente mutación, como todo por ahí.
Dónde: Yoko Ono. Dream Come True. Hasta el 31 de octubre en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Visitas guiadas, viernes y domingos a las 17.
Publicada en Clase Ejecutiva, El Cronista, edición de septiembre.
Categorías:Artistas
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