En la semana de su cumpleaños, y a 30 años de su muerte, Jorge Luis Borges es celebrado con fervor, sobre todo en Buenos Aires, que se llenó de laberintos en su recuerdo, entre otros homenajes. En Tecnópolis se inauguró el Parque de los Laberintos, donde cuatro artistas locales modelaron sus propios entreveros. Y hay más en papel, pintura, palets, césped… o palabras.
Ayer, su viuda, María Kodama, recibió en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges (Anchorena 1660) con charlas y con la muestra Atlas, curada por Fernando Flores, una selección de fotos de los viajes que realizó con el escritor. Cerca de ahí, en la estación Las Heras de la línea H (Av. Las Heras y Pueyrredón), se armó un laberinto de pallets con juegos didácticos para chicos, ajedrez de época, rompecabezas y estatuas vivientes. Bailó una pareja de tango y se escucharon audios con poemas del escritor. El festejo iba a ser en Parque Las Heras, pero la lluvia obligó a que fuera subterráneo. En la Línea D, Estación Plaza Italia, hubo libros y lecturas públicas de Abril Sosa, Virginia Kauffman y Federico Salles, acompañados por una banda.
Tampoco se pudo inaugurar con bombos y platillos la nueva atracción borgeana de Tecnópolis: cuatro instalaciones monumentales al aire libre, creadas por los artistas Inés Raiteri, Luis Terán, Jorge Miño y Mariano Ferrante, que ayer quedaron solas, bajo el agua, pero que seguirán en pie los próximos 4 años. Desde hoy se las puede visitar y los fines de semana los artistas recibirán al público. Se anuncian actividades didácticas para niños de entre 3 y 12 años, además visitas guiadas; aunque en materia de laberintos, más vale perderse que encontrarse.
Las obras proponen más que el desafío de dar con una salida, vivir una experiencia de observar, sentir y tomar decisiones. El laberinto de Mariano Ferrante, Partitura para exterior, de 165 metros cuadrados, es una construcción de colores, que quiere recrear un sueño de la infancia del artista: imaginarse dentro de una pintura. Luis Terán realizó Yo soy Asterión, una enorme estructura de hierro y chapa de zink acanalada cubierta por graffitis. “Es una espiral concéntrica de 140 metros, con varias puertas que comunican el recorrido principal con otro interno. Las paredes miden entre 1,65 y 5 metros. Un camino que puede resultar interminable. Los graffitis, de artistas invitados, son para dar la idea del lugar que ya fue transitado muchas veces”, cuenta. Los visitantes pueden agregar sus propios dibujos o escritos. “Tengo planes de seguir trabajando sobre la estructura en los próximos años. Quiero que sea una pieza viva”, cuenta.
Raiteri construyó Paisajes pintados, de 353 metros cuadrados, con módulos trasparentes de vidrios de colores, que recuerdan la paleta de sus pinturas. “Son caminos que se repiten, combinan y cambian de color, incluyen a los otros que juegan o miran. El paisaje y la luz dan tonalidades al recorrido, que se proyecta impregnando las terrazas exteriores de otras geometrías. La dinámica convierte a cada sujeto en protagonista del tramo transitado y al espacio como ámbito complejo comunicativo, estético y habitable”, explica.
Miño trabajó sobre el dibujo de su propia huella digital para construir Lo infinito: un lugar donde sentirse seguro, un laberinto de espejos que distorsionan las imágenes, en distintos tamaños, donde nunca el visitante se refleja en su totalidad. “Cada uno es único. Por eso tomé la huella como sello personal. Trabajé con mamparas metálicas con unos vinilos espejados y desde arriba hay un cableado de luces”, cuenta. En el CCK tiene otra pieza, donde otra vez, aparecen las ideas de distorsión, fragmentación y multiplicación. Las fotografías, que son la base de su trabajo, van tomando cuerpo y se diluyen en el espacio, integrando al espectador.
“Pensamos en artistas capaces de producir obra monumental y permanente especialmente para Tecnópolis, y que entienden muy bien la participación de la gente como parte de la obra. A la vez, son artistas con sello propio pero cuyos trabajos pueden dialogar entre sí”, dice Gabriela Urtiaga, curadora. “Es un espacio de arte para todo público, que nos invita a acercarnos a Borges de otra manera, de forma lúdica e inclusiva”, dijo Hernán Lombardi, Ministro de Medios y Contenidos Públicos de la Nación.

Laberinto de Andrea Moccio (Foto: Jorge Miño)
Otro laberinto se despliega en los 400 metros cuadrados la Gran Lámpada del CCK –la sala colgante y luminosa–: En el cristal de un sueño, que es un mar de papel de formas orgánicas de Andrea Moccio. “Utilicé 2000 kilos de papel de seda. Pensé en un recorrido laberintico que fuera amable, como si se hubiera hecho naturalmente, casi como los recorridos de las hormigas”, dice la artista. Su idea de un terrario donde poder ver circular a los bichos es literal: en la sala hay una cámara que capta a los visitantes en tiempo real, y el video se proyecta en la sala. “Es como un observatorio, una ensoñación. El laberinto sería para mí la vida misma, y la proyección, el recuerdo de uno, o cómo nos ven o nos recuerdan”.
Moccio y Miño son parte de los muchos artistas nucleados en el viejo Correo en la muestra multidisciplinaria Borges. Ficciones de un tiempo infinito. Incluye más laberintos: uno de papel de Matilde Marín, otros en pinturas metafísicas de Edgardo Giménez y un espacio dedicado al más borgeano de todos, el de Los Alamos, en San Rafael, Mendoza, recientemente reabierto al público. Un recorrido de casi dos hectáreas diseñado por el inglés Randoll Coate con 8000 arbustos ingleses, que en el CCK es reproducido en una gigantografía, una maqueta y una película, con todos sus guiños señalados: los senderos que dibujan dos veces el nombre completo del escritor, y algunos de sus símbolos preferidos, como el bastón y el reloj de arena.

Museo Pueyrredon (Foto Carlos Furman)
Nadie es la patria, pero todos lo somos... La frase que corona el edificio se repite en el Museo Juan Martín de Pueyrredón, de San Isidro, donde la muestra La patria es un verbo reflexiona sobre la argentinidad a partir de frases extraídas de cartas originales de tiempos de la Independencia, pensamientos de poetas y, claro, versos de Borges. “Una exposición que en su último tramo nos propone literalmente dejarnos atravesar por las palabras, buscarlas, tropezarnos con ellas, seguirlas o eludirlas, de manera íntima o colectiva”, dice Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria General de Cultura de San Isidro y una de las curadoras de la muestra. En la primera sala, tres poetas recitan en videos la poesía Oda escrita en 1966, que además se encuentra reproducida en una de las paredes. En otra sala, un proyector con sensores atrapa y atraviesa al visitante con frases extraídas de cartas de próceres, una instalación Interactiva de El Reactor (José Huidobro / Andrés Álvarez). De palabras, en fin, se trata todo esto.
DATOS:
Tecnópolis: Parque de Laberintos, hasta el 10 de octubre, los jueves y viernes de 10 a 18, y sábados y domingos de 12 a 20. Con entrada libre y gratuita, Av. Gral. Paz y Av. Constituyentes, Villa Martelli.
CCK: Borges. Ficciones de un tiempo infinito, de miércoles a domingos, de 12 a 19, en Sarmiento 151.
Museo Juan Martín de Pueyrredón: La patria es un verbo, martes y jueves, de 10 a 18, y sábados y domingos, de 14 a 18. Rivera Indarte 48, Acassuso. Gratis.
Publicada en La Nación, Cultura, 28/8/16. Link: http://www.lanacion.com.ar/1932292-el-arte-tambien-le-rinde-homenaje-a-borges
Categorías:Artistas
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