«Mis dibujos son diferentes maneras de acercarse a un territorio. Algo así como constantes expediciones», dice Matías Duville. Sus obras, carbonilla en el papel o instalaciones monumentales, suman hoy un nuevo capítulo: Hogar, su trabajo más impactante, duradero y menos visto. Una intervención en el campo que llega al público en formato libro.
Como artista, ya hizo un recorrido, con más de una docena de becas y residencias, y su ingreso a colecciones prestigiosas, por ejemplo las del MoMA y la Tate Modern, y más acá, las del Malba, Macro y Mamba. «Intento no pasar dos veces por el mismo lugar, aunque a veces siento que deambulo por un cementerio de ideas», reflexiona. Sus trazos en ocasiones cobran vuelo en el espacio, como el campo de asfalto Arena Parking, que se vio el año pasado en el Centro Cultural Recoleta, en los caños y plantas que se cruzaron a todo lo ancho del galpón de la galería Barro en 2014, o en las cadenas que delineaban círculos en el piso de la Escuela de Bellas Artes de París en 2013.
El tema es el mismo: un territorio en un planeta imaginario, donde Duville maneja a su antojo las fuerzas de la naturaleza. «El dibujo me da la libertad de hacer lo que quiera. Es como prender una linterna en el fondo de la mente», dice. Puede partir de una realidad, como cuando pasó una estadía en Alaska por un proyecto para el Drawing Center de Nueva York o de una evocación de geografías internas, vegetales o marinas, a las que somete a catástrofes diversas. Duville creció en Mar del Plata, entre el bosque Peralta Ramos y las olas que aún surfea. Su otra pasión es la música y en septiembre presentará en el MoMA -junto con una publicación de sus trabajos- un vinilo con «composiciones para museos» de Centolla Society, que integra con su hermano Pablo. «La música genera espacios, geografías, estados de ánimo. Es invisible, pero no es plana. Tiene tanta profundidad como un dibujo», analiza.
Hoy a las 18 en Proa presentará el libro Hogar, editado por KBB, que refleja un proyecto específico que realizó en el partido bonaerense de Junín, en el marco de la Beca Guggenheim. Comenzó a construir esa pieza en 2011, pero por su lejanía se da a conocer masivamente por primera vez en fotos de Tomás Maglione y Darío Schvarzstein, el relato de Santiago García Navarro y el texto crítico de Rodrigo Moura (antes, había mostrado un video en la muestra de Barro «Precipitar una especie»). «La obra sigue las coordenadas del paisaje llano. Recién la ves a 50 metros», explica el artista.
Hogar es una casa de cemento, de tamaño natural, como cualquiera. Pero está desplegada en el plano, tan horizontal como la pampa que la rodea, como si fuera de cartón y alguien la hubiera desarmado. Desconcierta, porque no es una ruina. En el techo cóncavo funciona a veces un tubo de luz, pero como está invertido, se llena de agua que llega por un canal desde la laguna de Gómez. El pasto la cubre en verano y la sequía la descubre, cíclicamente. A veces, el terreno se inunda. «Empecé a pensar que no hay cuatro estaciones, sino infinitas. La obra es siempre distinta», dice.
«Ésta es la primera vez que siento que una obra va a perpetuarme», dice. Lo notó, sobre todo, la vez que una tormenta eléctrica lo sorprendió en el descampado, y los rayos caían a su alrededor. «Nunca vi la obra tan hermosa como ese día», reconoce. Durante los primeros dos años se limitó a observar: «Si algo aprendí es a esperar».
Pero después, cuando entendió la lógica de la naturaleza en ese terreno, sintió la necesidad de intervenir. «Hice surcos para conectar el hogar con la laguna y socavé las ventanas. Empezaron a aparecer cuevas de cuises y entraban peces por la chimenea.» Hacía tiempo ya que las vacas habían arrancado la alfombra.
Se trata, en fin, de una arquitectura para despertar sensaciones imaginarias, como bien señala García Navarro. «Tiene el espíritu de un hábitat, pero comienza a ser una plataforma con mucho de abstracción. La naturaleza es por momentos muy fuerte», piensa Duville. Con el tiempo, entendió que es una obra sin final, que no va a dejar nunca de cambiar.
En arteBA, Duville hará la instalación central, a gran escala, en la sección U-Turn. «Un paisaje que lleva la mirada a un horizonte infinito, con materiales como el asfalto y el hierro. Quiero que el acercamiento, a la vez, suponga una mirada profunda hacia adentro… como un espejo. Una obra súper matérica que incite a la invisibilidad», anticipa sobre su próxima exploración. Se mantiene fiel a su propia filosofía: «Creo que en todas las obras se debe dar una experiencia nueva. Si no, no sirven. Es ambicioso, pero ésa es para mí una especie de guía. Si no, camino a la locura o me encierro en una prisión. Las obras son un espacio real y quedan. Expanden el mapa».
Matías Duville (Artista visual. Edad: 42 años)
Recibió las becas Fondo Nacional de las Artes, Fundación Antorchas, Kuitca y Guggenheim, entre otras
Expuso en Buenos Aires, San Pablo, Bogotá, Lima, Madrid, Miami, Nueva York, Berlín y Santiago de Chile
Tendrá un proyecto central en la sección U-Turn, en arteBA, y en septiembre presentará otro en el MoMA
Hoy a las 18, en Fundación Proa, se presenta su libro Hogar y Mental Landscape, de Mariana Sissia. Acompañan a los artistas los autores de los ensayos, Santiago García Navarro y Eduardo Stupía, y el editor Sigismond de Vajay.
Nota publicada en La Nación, Cultura, 9/4/16. Link: http://www.lanacion.com.ar/1887594-el-hogar-imaginario-que-matias-duville-creo-para-desafiar-a-la-naturaleza
Categorías:Artistas
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