A comienzos de 2015 se desató un incendio en el valle del lago Cholila y en el Parque Nacional Los Alerces, provincia de Chubut. Fue el siniestro forestal más grande de la historia argentina. Murieron cipreses, maitenes, notros, alerces, coihues y cañas, algunos centenarios. Alguien, intencionalmente, mató al bosque. Unas 41 mil hectáreas de vegetación nativa ardieron en llamas durante un mes, hasta que las lluvias del otoño extinguieron su furia.
Según W.W.F.los gobiernos destinan el mayor porcentaje del presupuesto de la lucha contra incendios a apagarlos. Muchísimo menos se invierte en evitarlos. Y casi nada en revertir los daños. Es ahí donde Olga Autunno cree en su magia, en el poder sanador del arte, al menos para los espíritus. Intenta, a la vez, dejar un testimonio que despierte conciencias.
La artista se entera de la noticia y se sube a un avión. Consigue que un baqueano la lleve al corazón mismo del desastre.Ve crecer las llamaradas en una ladera. Ve el poco alivio de los aviones hidrantes. El verde va desapareciendo del paisaje. Queda todo gris, negro humeante. Camina por las cenizas. Deja rosas en la tumba de maderas y ramas. Planta cruces.
¿Dónde anidarán ahora los pájaros? ¿Cuándo nacerán nuevas hierbas y flores? Pasarán décadas antes de que este suelo recupere su fertilidad. Ya no hay mucho por hacer. Sentarse, y llorar. O acaso imaginar de nuevo esa postal reverdecida. “Conversé con el viento mañana y noche mientras él agitaba las lenguas de fuego… el humo trepaba por mis ojos”, dice.
Coincidirán con ella en el dolor los antiguos pobladores que dejaron su huella en el Cerro Pintado. Habitantes del bosque, ¿entenderían su ceremonia de imágenes? Algún mensaje nos dejaron en las geometrías de cuevas, aleros y paredones, aunque desconocemos el código para descifrarlas (sólo se explican en el marco histórico, cultural y natural en que fueron ejecutadas). Con herramientas y lenguajes actuales, entabla un mismo diálogo con el entorno, y atraviesa mundos reales e imaginarios. “Podrán matar al bosque, pero no su espíritu”, desafía.
Entonces, intenta con su mano reanimar los troncos. Quiere inyectar vida al carbón. Envuelve con tules verdes las ramas que quedaron desamparadas. Las abriga. Arma nidos. Sobre las raíces ennegrecidas desparrama su anhelo de verdor. Sobre el monte, nubes. “El árbol de la memoria, que no olvida su sombra”, dice Autunno y planta coníferas en los deseos. Pone vida donde ya no la hay, porque es optimista: confía en la capacidad de resistencia de la naturaleza… en el misterio de la supervivencia.
Desde 2008, con la serie de Irrupciones, Autunno se volcó a sus preocupaciones por la condición femenina y el medio ambiente. Su trabajo escapa al apretujo de los géneros. Es a la vez performance, instalación, escultura, land art. Interviene el espacio y se corre de la escena: en sus fotografías vemos su huella. Su labor es profundamente poética y está sustentada por un ojo entrenado en treinta años como grabadora y pintora. Las disciplinas están todas ahí, y la nutren en la tarea de poner en imágenes las causas que la conmueven. Hay algo curador en su práctica: el renacer que ella dibuja ofrece una esperanza.
María Paula Zacharías
Texto escrito para el catálogo de la exposición El bosque encendido, Museo Sívori, 2015.
BIO
Olga Autunno nace en Buenos Aires pero reside en la provincia de Córdoba desde su niñez. Estudia en la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de Córdoba y es discípula del maestro Raúl Pécker, asistiéndolo en tareas de docencia. Se especializa en grabado. Es becada por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para realizar estudios de Maestría y Artes Visuales en España. Reside en Madrid durante cinco años y es discípula de Oscar Manessi. Se especializa en Técnicas Gráficas Contemporáneas y Nuevas Tecnologías en los Talleres Internacionales de Brita Prinz. Participa de Seminarios de Gráfica en los Talleres del CIEC, en La Coruña. Realiza tareas de investigación en la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y crea la Sede Taller Experimental “Equinoccio”. Es miembro de la Asociación Española de Pintores, Grabadores y Escultores de España. Regresa al país en 2001. Se desempeña como jurado en salones provinciales y municipales. Desde 1985, realizó más de 150 exposiciones entre individuales y colectivas. Además de en Argentina, ha expuesto en forma individual en España, Italia, Portugal, EEUU, Alemania, etc. Se destaca en el año 2006 con el Premio Consagratorio Adquisición en Grabado “Fundación Alberto J. Trabucco” de la Academia Nacional de Bellas Artes. Poseen obra suya los museos y entidades públicas y privadas del país y de España, EEUU, Israel, Cuba, Italia, entre otros. Actualmente vive y trabaja en Buenos Aires.
Categorías:Libros
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