Teresa Burga: «Si la obra que hago me gusta demasiado, ya está mal»

Tenía todo para ser olvidada: artista, mujer, peruana, conceptual cuando se esperaba que pintara folklorismos, rebelde en una sociedad patriarcal, con una obra desmaterializada, cercana a la ciencia, pero con contenido político… Teresa Burga siempre fue incomprensible para su época, y llegó a realizar unas pocas muestras hasta los años 80. Después, y por treinta años, siguió dibujando y proyectando obras imposibles, interesada en el tiempo, el azar, la mujer y los límites del arte. En su casa, se tomaba las grandes chocolatadas «para desvelarse sin malograrse» y seguía soñando obras revolucionarias, como el estudio demográfico y social de la condición de la mujer (1980) o su autorretrato (1972), que incluía un revelamiento topográfico de su cara y un análisis de sangre. Los papeles que se acumulaban en cajas y que por décadas nadie miró fueron rescatados hace menos de diez años. Desde entonces la obra de Burga recorre el mundo.

Tras presentarse en la última Bienal de Venecia y a pocas semanas de cumplir 80 años e integrar una muestra en la Tate de Londres, su trabajo llega al Malba. Estructuras de Aire incluye dos instalaciones de aire y luz, donde ingresa el espectador a vivir experiencias inesperadas, y se inaugura hoy.

Alguna vez fue pop, usó las minifaldas de Mary Quant y se batió el pelo. A simple vista, sus trabajos parecen una carpeta de geometría, planos de arquitectura, cuadros sinópticos de un estudiante o pentagramas. Pero la obra que se esconde detrás de ese aspecto formal y estructurado escapa de los límites de lo que se entiende por arte: son por ejemplo, poemas de Borges a los que traduce en notas haciendo corresponder una nota a cada letra, o son las instrucciones para construir una escultura  que no se puede construir, porque está hecha de vidrio y líquidos, o es la traducción de una frase en la acumulación de definiciones del diccionario de cada una de las palabras que la componen… La burocratización de la vida se refleja en sus planillas, y en la fecha y hora de comienzo y fin que consigna en cada dibujo. El paso del tiempo que queda atrapado en sus dibujos milimétricos. El azar aparece en sus dibujos hechos con los ojos cerrados. Burga siempre busca poner distancia entre la obra y su mano, porque la suya es una obra abierta: el artista sólo propone situaciones. Para ella lo importante es proceso, y en última instancia, el espectador, que completa y da sentido a su obra.

Retrato de Teresa Burga, ca. 1966. Fotografía de Baldomero Pestana

Retrato de Teresa Burga, ca. 1966. Fotografía de Baldomero Pestana

–¿Cuántas veces le han dicho que lo suyo no es arte?

–Toda la vida. Pero era una necesidad hacerlo.

 –¿Muchos años de trabajo silencioso?

–Era lo único que me quedaba. Cuando regreso del School of the Art Institute de Chicago, donde cursé un posgrado gracias a una beca, para trabajar en arte había que hacer lo que el Sinamos, el gobierno revolucionario, quisiera. Cuando vieron mi trabajo, me dijeron que no era peruano. Querían frutas, evangelista e indiecitos. “Ya veremos cómo vive”, me dijeron. “Ya me inventaré un trabajo”, pensé. Entonces, la Aduana estaba completamente desordenada. Y me contrataron para organizarla: empecé a aplicar mis estructuras del arte en la Aduana, y me quedé por 30 años. Mis amigos artistas me felicitaban: “Tu eres la única artista peruana que ha vivido del Estado”.

–Nunca dejó de trabajar.

–No, pero no mostraba porque no me daban galería. El Gobierno Militar nunca me ayudó pero tampoco me molestó, porque el Jefe del Gobierno, General Velasco era muy amigo de mi padre, que era un almirante. No entendían ni les interesaba tampoco lo que yo hacía. A mi muestra Autorretrato vinieron todas las autoridades. Salió en los diarios por eso, pero la muestra duró cinco días, y no significó nada. Tampoco la muestra sobre la mujer peruana, una encuesta y análisis estadístico de la mujer de 25 a 29 años de la clase media peruana significó ni medio cambio. Tampoco quieren cambiar: la mujer peruana de clase media es un poco comodona.

–¿Cómo ha sido ser artista mujer?

–No tan fácil. Las mujeres te miran con desconfianza, para los hombres he sido la disidente que levanta ideas a sus mujeres. Tan valiente y decidida, frente a sus amables mujeres. Yo he tenido parejas, pero no para casarme. No tengo la capacidad para llevar ese régimen de vida. De novios nomás, y ya preguntan a qué horas volvés. Una mujer no puede decir que no le gusta que le pregunten a qué hora viene o se va. A mí no me gusta lo radical, porque vuelve extremo. Las feministas quieren matar a todos los hombres, pero yo veo algunos muy simpáticos. De todas formas, mi trabajo siempre reconoce a la mujer.

–¿Siempre ha tenido tan buen humor?

–Sí, y me ha salvado. Cuando me pedían naturalezas muertas, hacía cáscaras, migas, ¡los restos de mi desayuno! Y como en la pieza que se ve acá: entrás en un cuarto totalmente oscuro y que te despeinan corrientes de arte de todos lados. O la otra instalación: ves una obra de arte y cuando te acercas, desaparece. Se construyeron por primera vez en 2007 y, como siempre, dejé la construcción en manos de otros.

–¿Su arte desafía lo imposible?

–Yo siempre leía a Duchamp, y él decía que uno no debe decidir en su obra, debe intervenir el azar y no su gusto, porque si no le das al público chocolates y golosinas, y eso le va a gustar. No sirve. Hay que hacerle al espectador una nueva dieta, de gasolina con parafina, y que le guste. Eso hay que lograr. Si la obra me gusta demasiado, ni la miro, ya está mal. Que el espectador, que le ponga lo que quiera o le deje de poner. Si dice que es una porquería, yo le doy la razón.

–¿Cómo habrá sido usted de chica?

–Malcriadita. Le pregunté una vez a mi padre si no sería yo adoptada. “¿Tú crees que yo te iba a aguantar si no fueras mi hija? ¡Ya te hubiera regalado!”, me dijo. Era difícil.

–Usted estaba un poco adelantada en el tiempo.

–Mis profesores creían que les tomaba el pelo. Me decían, “¿cuándo se va a poner a hacer una obra en serio?”. Yo nunca aprendí a manejar una paleta de color, ni me gustó nunca el óleo. Pintaba mis cuadros con pintura de pared. Para mí el color se pone al azar, no se elige. En la Universidad Católica nunca había hecho desnudos. Cuando llegué a París, y entré en una academia, ¡me quedé asombrada de la cantidad de calatos –desnudos– que había! No pensaba seguir estudiando arte, porque estaba un poco en crisis, pero nunca había dibujado calatos, y me entusiasmé. Cambió mi mentalidad. Uno sabía así lo que tenía debajo de la ropa. Me sirvió para todo.

–¿De donde le viene esa organización tan prolija?

–Yo entré antes que a Bellas Artes a la Universidad de Ingeniería, donde estudié por dos años Arquitectura. A mi papá no le importó, por machista. “Si fuera varón me matabas si dejaba la carrera para no hacer nada!”, le reproché. No iba a seguir nada, pero me dijeron que entonces iba a tener que trabajar. Entonces vi unas niñas que hacían dibujitos en la Católica, y ¡listo! Me apunté a Bellas Artes. Después viajé a Europa y ahí empiezo a ver de otra manera el mundo.

–¿Los jóvenes la han redescubierto?

–Los jóvenes son los que más valoran mi obra. Los curadores Miguel López y Emilio Tarazona llegaron a mi casa por casualidad, buscando Arte Nuevo, pero lo que encontraron ya no era eso, no se parecía a nada. Estaba todo botado en cajas, y mi madre amenazaba con tirar mis papeles viejos, rotos y garabateados a la basura. Me han tenido paciencia. Ni me hablaban, porque estaba siempre ocupada, pero feliz. Pero estos jóvenes montaron una muestra en 2009, y ahí la vieron y me invitaron a la Bienal de Estambul y a una muestra retrospectiva en Alemania, y se empezó a conocer mi trabajo en el extranjero.

–Su obra se ha cotizado.

–Sí, han subido los precios. Pero yo toda la vida más bien gastaba en la obra. Pero bueno, al menos ahora ¡ya tiene precio!

–¿Cambió su imagen en Perú, ahora que tiene reconocimiento internacional?

–No mucho. Las exposiciones que hicimos sirvieron para que me conocieran afuera, pero adentro de mi país todo sigo igual. No existo, casi. No me gusta mucho tampoco salir a hablar. Yo hago mi trabajo.

Teresa Burga en el Malba (PH: Alejandro Guyot).

Teresa Burga en el Malba (PH: Alejandro Guyot).

  • MUESTRA: Estructuras de aire, hasta el 16 de noviembre. Sala 3. Nivel 1, Malba. Inaugura el jueves 23 a las 19.
  • CONVERSATORIO: Algunos ejemplos de estructuras posibles, Teresa Burga en diálogo con Miguel A. López y Agustín Pérez Rubio. Jueves 23 de julio, 18. Auditorio del Malba. Confirmar asistencia a prensa@malba.org.ar
  • MAS OBRAS: catálogo de su muestra en el Württembergischer Kunstverein Stuttgart.
  • BIO: Teresa Burga (artista peruana, 79 años).  Nació en Iquitos, Perú, 1935. Egresada de la Universidad Católica en 1964, su trabajo recorre el campo de la pintura y el grabado en la primera mitad de los años 60. Su serie de linóleos Lima imaginada (1965) ofrece representaciones urbanas realizadas a partir de imágenes, suprimiendo con ello el protagonismo del referente concreto. Poco después, Burga participa de las transformaciones renovadoras en la plástica y la consolidación de tendencias de vanguardia a través del Grupo Arte Nuevo (1966-1967). Tras una ausencia de dos años, la artista regresa a Lima luego de sus estudios en el School of the Art Institute de Chicago. Desde entonces incorpora procesos experimentales y nuevas estrategias creativas: el uso de tecnologías de la información, registros científicos y un claro interés en trabajar con ‘conceptos’. Su trabajo deviene muchas veces en reportes, descripciones y esquemas que documentan acciones o propuestas a realizar, utilizando la estadística para releer el entorno. Y en otros casos, traduciendo la realidad y el lenguaje a diferentes códigos, cuantificando y problematizando una existenciaque suponemos concreta y que Burga ausculta con cierta obstinación, ya se trate de su propio cuerpo, un poema, una comunidad definida o un segmento concreto del espacio urbano. Tuvo solo dos sus apariciones públicas en el contexto artístico limeño de los años 70: Autorretrato. Estructura-Informe 9.6.72 (1972), y 4 mensajes (1974), ambas exhibidas en la salas del Instituto Cultural Peruana Norteamericano (ICPNA). Reaparece en la escena a inicios de los años 80 cuando presenta, junto a Marie-France Cathelat, el proyecto Perfil de la mujer peruana (1980-1981). Expuesto inicialmente en el I Coloquio de Arte No-Objetual y Arte Urbano en Medellín y luego en el Auditorio del Banco Continental en Lima, esta obra despliega una investigación y estudio sociológico sobre la situación de la mujer de 25 a 29 años de la clase media peruana. Ya en 1967 Burga había adelantado una reflexión sobre el sentido común que asocia indiferentemente lo doméstico y lo femenino. Manteniendo un mismo aliento, la brecha entre ambas propuestas es también el período de consolidación de una nueva agenda feminista local. En 2015, Burga fue seleccionada por el curador Okwui Enwezor para participar en la 56a Bienal de Venecia, titulada All the World’s Futures (Todos los futuros del mundo).

CKmGPhSWIAAASjkVersión ampliada de la nota publicada el 23/7/15 en La Nación Cultura: http://www.lanacion.com.ar/1812730-teresa-burga-si-la-obra-que-hago-me-gusta-demasiado-ya-esta-mal



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3 respuestas

  1. Gracias por escribir el artículo. Solo una corrección, la institución del régimen militar del general Velasco a la que se refiere Teresa Burga se llamó SINAMOS, que son las siglas del «Sistema Nacional de Movilización Social» (y no «Sigamos» como aparece en la nota). SINAMOS fue una entidad del Estado peruano que, a inicios de la década de 1970, le hacía publicidad al régimen. Por ejemplo, dicha entidad fue la encargada de diseñar la publicidad de la reforma agraria. Y, bueno, algunos de los afiches que se hicieron fueron diseñados con un estilo cuyo referente es el Pop y también han cobrado un valor especial. Los diseñó el artista visual Jesús Ruiz Durand. Los pueden ver en el catálogo en línea del Museo de Arte de Lima (MALI). Saludos y otra vez muchas gracias por difundir la obra de esta increíble artista peruana.

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  1. Adiós a la artista experimental peruana Teresa Burga • El Nacional

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