La primera Bienal de Performance deja a todos con una sonrisa, la mirada expectante, las ganas de seguir viviendo la magia de este arte. Contagió alegría, fascinación, reflexión, despabiló conciencias, sacudió emociones, despertó curiosidades y desempolvó una disciplina que parecía misteriosa, pero que después de esta maratón cosechó seguidores. Entender qué es una performance ya no es algo difícil. El impulso se puede ver en museos, galerías y en arteBA. Creadores que no lo habían experimentado empiezan a pensar en este lenguaje. Artistas, organizadores y público, felices y agradecidos. Contó Graciela Casabé en la primera jornada de la Bienal, que cuando empezó a soñar con esta idea pensó que no podía comenzar sin Marina Abramovic, la abuela de la performance. Su presencia hizo que la Bienal comenzara con el pie derecho, porque Abramovic es luminosa y dio el espaldarazo necesario: después de su paso la performance ya estaba en boca de todos. Varios días más tarde, un performer local tenía su foto como estampita a sus pies mientras hacía su parte en Under de Sí y Martín Sastre se enorgullecía de tenerla participando en su propia performance. Llegaron otras celebridades, que no se esperaba ver por estas tierras. Laurie Anderson y Sophie Calle despertaron el mismo furor. Una bienal con cara de mujer, soñada por una y con estrellas femeninas. El chino Lui Bolin fue otro astro foráneo. Pero los artistas locales tuvieron la mayor parte del programa: de 23 performances, 17 tuvieron al menos un artífice argentino (hay colectivos multinacionales). En total, participaron más de 100 artistas en 19 espacios, con el apoyo de 29 instituciones. Claro que artistas argentinos con trayectoria en performance hay muchísimos más, pero para una primera edición, se llegó a un buen balance. La organización ya recibió propuestas para la BP.17. Leandro Erlich, Vivi Tellas y la dupla de Mariana Tirantte y Mariano Pensotti ya están confirmados para la próxima edición. En la BP.15 se vio que la performance puede tener forma de recital, como la de Anderson, o ser coral como la de Calle. Puede ser bailada como la de Osías Yanov o recitada, como con Martín Bauer y Alejandro Cesarco. Al público le pasó de todo. Fue protagonista, como en el pelotero de papel para sumergirse y saltar de Roberto Jacoby y Alejandro Ros. Lo llevaron de paseo: Diana Szeinblum organizó un tour contemplativo y Sastre le puso un micrófono para que hable en el balcón presidencial. Mariana Obersztern le dio instrucciones para jugar. Provisorio Permanente le hizo retratos evanescentes. Y quedó sumido en la oscuridad, escuchando los sonidos de Jorge Macchi y Edgardo Rudnitzky. El efecto perdura para Fernando Rubio, creador de esa casita a orillas del río donde un actor vivió cuatro días con la compañía de los visitantes: “Los reflejos de la obra y el diálogo con el público continúa hasta hoy. Las caras repetidas de espectadores que volvían al lugar, y la sensación de que ahí se construía un nuevo espacio”. “El público fue una fiesta, receptivo y abierto. Comparado con otros lugares, fue la mejor ocasión, la más explosiva y catártica”, señala Diego Bianchi. Under de sí fue quizá la puesta más provocativa. “Es una lupa de lo que nos sucede con la producción de nuestra imagen y con el registro de la realidad hoy”, dice su otro autor, Luis Garay.
- Dedicatorias, de Martín Bauer y Alejandro Cesarco
- El gran ensayo de Mariana Obersztern
- Volatil Felicidad
- Laurie Anderson en Sophie Calle
- El tiempo entre nosotros, de Fernando Rubio
- Gabriel Baggio
- Con Amalia Pica en Asamble
- Liu bolin
- Leonello Zambón y Eugenia González
- Edgardo Cozarinsky, como performer de Calle
- Marina Abramović y Martín Sastre en la Rosada
- Osías Yanov
- Método Abramović
- Under de sí, de Bianchi y Garay
- Mondongo
- Marta Minujín y Graciela casabé, directora de la BP.15
- Andrea Giunta en la presentación de Tania Bruguera
El furor por estar ahí –porque la performance es algo que pasa en el cuerpo, que atraviesa emociones y transforma–, se vivió en el minuto cero de muchos mediodías, cuando se habilitaban las entradas online. Algunas volaron en los primeros instantes. Las colas para entrar después eran larguísimas, pero se compensó con la perfecta realización de los eventos y un equipo profesional y bien dispuesto, que siempre que hubo espacio dejó entrar a quienes se acercaron a la puerta. La organización ya tomó nota también de que la demanda es alta y se plantea repetir las performances en más funciones. Hay una queja desde las artes visuales: algunos critican la cantidad de puestas que aportaron las artes escénicas. La discusión sobre qué es performance y cuáles son sus límites atravesó la Bienal y es buen síntoma, porque justamente se trata del arte de correr los límites. Las convocatorias reflejaron esa mezcla de procedencia, y se juntaron las tribus de artistas, actores, músicos y bailarines en la nueva fraternidad de los amantes de la experimentación. Para pensar esto, la Bienal incluyó un programa teórico junto con Facultad de Filosofía y Letras de UBA y la Universidad Nacional de las Artes. Aunque la reflexión no se aprovechó para analizar las performances que se estaban viendo, fue enriquecedor para neófitos y entendidos. Lo mismo que la muestra Volátil Felicidad, en el Parque de la Memoria, donde Rodrigo Alonso hizo trabajo de archivo en los ‘90, y las muestras asociadas en Malba y Faena Arts Center. “Fue un privilegio, con todas las comodidades y mucha libertad”, agradece Baggio. “El nivel de producción de obra está a la altura de los centros más importantes del mundo”, agrega Rubio. Se destaca el esfuerzo de producción asumido por la Bienal para materializar los proyectos, que incluyeron puestas costosas y componentes tecnológicos, como el de Leonello Zambón y Eugenia González, y el de Nicolás Varchausky, Juan Onofri Barbato y Matías Sendón. “Es algo poco común en este tipo de eventos, sobre todo con esta calidad. Muchos artistas hemos tenido la oportunidad a través de esta convocatoria de trabajar en escalas a las que no siempre es fácil acceder”, dice Varchausky, que se presentó en el MAR. La federalización del encuentro comenzó tímidamente en San Juan y Mar del Plata, y es esperable que ese buen síntoma se profundice. Las últimas puestas han sido significativas. Emilio García Wehbi y Gabo Ferro tomaron en cuenta las transformaciones vividas, y volvieron al inicio, para releer el manifiesto de Marina Abramovic en clave satírica. Desdramatizaron el súbito fanatismo… desmitificaron. La Bienal también demostró su flexibilidad al no quedarse de brazos cruzados con la imposibilidad de viajar de una de sus protagonistas, Tania Bruguera, y mandó un equipo a registrarla en Cuba en el video que ayer cerró las actividades. Falta el bonnus track de Marta Minujín, que como reina del happening no podía quedarse afuera. Minujín llegará a la palma de la mano, vía aplicación para el celular. El objetivo será encontrar almas gemelas, el 27 de junio a las 17 en Puente de la Mujer, cuando soltará pétalos de flores desde el cielo. Para entonces, los organizadores estiman más de 220.000 personas habrán participando de BP.15. En estos 43 días, hemos aprendimos el juego de la performance y lo hemos practicado. Nos hemos reseteado la mente y hemos vivido minutos de gloria. Hemos amado, llorado, reído, emocionado, pensado, confundido, sentido… Después de esta Bienal, ya no somos los mismos.
Graciela Casabé (organizadora de la BP.15): “Superó mis propias expectativas. Todo fue disfrutable. Quise darle la impronta a la performance de la mirada de otras disciplinas, y los resultados fueron tan variados y tan interesantes, que hoy podemos hablar de la performance desde todas las concepciones”.
Andrea Giunta (curadora): “La Bienal tuvo la importancia fundamental de instalar en el imaginario estético de la ciudad una expresión cultural que no estaba arraigada en el gusto de los públicos de Buenos Aires. Y eso es importante porque la performance es una expresión radical a la hora de reconceptualizar nuestras emociones, nuestras corporalidades, los conceptos que hemos naturalizado y que ya no cuestionamos. Tiene el poder de ponernos en contacto inmediato con parámetros radicalmente diferentes de organización de las certezas sociales, morales, intelectuales. La bienal tuvo una presencia fuerte de obras que hasta ahora se presentaban como teatro o como concierto o como instalaciones”.
Manuel Mendhana (integrante de Mondongo): “La Bienal trajo aire fresco a la vida cultural. Permitió a los convocados expandir sus propias fronteras. Obligó a todos los participantes a bucear en una experiencia relacional y generadora de preguntas”.
Amalia Pica (artista argentina radica en Londres): “Fue una experiencia única y conmovedora. Se han visto además obras de artistas referentes que nunca habían venido y me parece que eso enriquece las comunidades y aporta recuerdos y experiencias a futuro que tienen el potencial de ser formadoras y transformativas”.
Martín Sastre (artista uruguayo): «La organización fue impecable y creo que ayudó a instalar la performance en la Argentina, no solo eso sino que también me sorprendió cuando mis amigos en España me dijeron que vieron mi obra del balcón de Evita en los noticieros, por lo cual proyectó también al país dentro del mapa del arte contemporáneo internacional. En lo personal, me marcó a nivel personal, profesional y artístico».
100 artistas
23 proyectos
29 instituciones, entre coproductores y apoyos
19 espacios
43 días
220.000 participantes
13382 fans en Facebook
15.789 visualizaciones en Youtube
Lunes 08 de junio de 2015 | Publicado en edición impresa de La Nación, Cultura. Link: http://www.lanacion.com.ar/1799758-balance-bp15-lo-que-dejaron-casi-dos-meses-de-performances
Categorías:Muestras, ferias y bienales
Deja una respuesta