Su estudio, Bubblue, es una burbuja de tecnología, estética, minimalismo zen y libros de arte y fotografía, que contrasta con la poco glamorosa calle Cucha Cucha del barrio de Villa Crespo donde está ubicada. Pero lo que propone la fotógrafa Gaby Herbstein en su nuevo proyecto es elevar la mirada… o salir del agujero interior. Estados de Conciencia reúne 40 imágenes con breves frases de su autoría, que invitan a reflexionar sobre la propia sabiduría. Este año se presentará en formato libro de colección y exhibición de fotos, videos y objetos, que revelará el proceso de producción detrás de cada imagen, desde la concepción de la idea, pasando por los bocetos, preproducción, shooting y postproducción digital. Y esto en las fotos de Gaby Herbstein es importante: con sus artilugios prodigiosos es capaz de arrancar pájaros del pelo, hacer volar a una mujer, fotografiar a otra debajo del agua o hacer estallar mariposas de un vestido. Herbstein lleva 21 años de calendarios protagonizados por celebridades, con efectos especiales y la intención de cambiar el mundo. Alerta sobre el daño al planeta, concientiza sobre el Sida, lucha contra la violencia o, como en este último caso, invita al crecimiento espiritual.
De este trabajo, al que dedicó los dos últimos años, adelantó en diciembre pasado doce imágenes que componen la versión 2015 de sus clásicos almanaques, que en estas páginas se reproducen. Un viaje onírico por mundos imaginarios, en el que los modelos Carla Moure y Cristian García interpretan un Adán y una Eva que inspiran pensamientos sobre temas universales. En la presentación del calendario, en Bubble Studios, cada imagen estaba en un espacio cerrado, con música y ambientación especial, invitando a sumergirse (o a elevarse) en una fantasía. “Estados de Conciencia trasciende lo estético, lo fotográfico. Inspirado en la obra de los grandes maestros del surrealismo, este proyecto es un homenaje a quienes pudieron contar con imágenes lo que no se ve, lo metafísico, lo que está más allá, lo que está dentro nuestro, lo que nos dicen los sueños”, dice la artista.
Es el trabajo más personal de Herbstein, fruto de sus años de meditación, lectura, autoconocimiento e investigación. Habla de ella misma, pero concierne a todos. “La eficacia de su reflexión radica en lo universal de su búsqueda, ya que habla de todos nosotros en tanto almas que estamos en este mundo y en dicho transitar nos vinculamos con nuestro ego, nuestros pensamientos, sueños, debilidades y nuestra habilidad para conectar con el otro”, dice Vicky Salías, la curadora.
-¿Es tu proyecto más ambicioso?
-Por ahora, es el que más tiempo me llevó hacer. No sólo por la realización de las tomas en sí, sino por la pre y postproducción. Fue una prueba a la paciencia. ¡Mucho trabajo! Ni siquiera el libro Aves del Paraíso –un homenaje a las aves encarnadas en mujeres y hombres, en el que participaron 300 profesionales, entre diseñadores, vestuaristas, realizadores, directores de arte, escenógrafos, maquilladores y peinadores- me llevó tanto tiempo, y eso que lo hice escalonado con otros trabajos. Estados de conciencia fueron dos años de trabajo real, dedicada al cien por cien. El libro va a ser genial: hojas sueltas en una caja. Estoy muy contenta.
-También fuiste más allá en profundidad.
-Fue la primera vez que partí de un trabajo más introspectivo, y eso implica un montón de cosas que te van pasando adentro. Es una búsqueda personal, que a la vez es afín a todos. Cada persona puede sentirse identificada de alguna manera porque tiene que ver con conciencias que uno va transitando en el camino de la vida. Fue una consecuencia de todos mis anteriores trabajos. No fue una casualidad. El haber trabajado en ecología, el otro, la mujer, la unicidad, me fueron llevando a sacar conclusiones que tienen que ver con una única respuesta: si uno no evoluciona de manera personal hacia los demás, el cambio es muy difícil. El cambio parte de uno. En otros trabajos, por ejemplo en ecología, yo utilizaba a las celebrities como puente para hacer llamadas de atención sobre temas importantes y urgentes. En este caso, es una mirada interna, para darnos cuenta de que los cambios van de adentro hacia afuera. Entendiendo conceptos universales, como la unicidad o la identificación del ego, voy ampliando mis niveles de conciencia y ahí voy a empezar a ver lo que me rodea. Fueron diferentes grados de búsqueda, dentro de los mismos temas. Yo encontré un fin a mi trabajo, que es el poder por medio de las imágenes transmitir conciencia, abrir los ojos. Tiene que ver con mis preocupaciones, lo que me va pasando, lo que investigo. Como todo artista, vuelco en mis obras mis búsquedas.
-Para que un mensaje llegue a través de una imagen hay dos caminos: el fotodocumentalismo y la realidad descarnada, sin anestesia; o lo que hacés vos, que es estetizarla o envolverla en belleza.
-Me di cuenta a partir de trabajar con temas que tenían que ver con enfermedades que funcionaba mucho más mostrar belleza para transmitir un mismo mensaje. Llegaba mucho más con una imagen bella que mostrando la enfermedad en imágenes crudas que la gente no quiere ver. El mensaje se transmite así de una manera más eficaz. Mucho más que si muestro a alguien muriendo en una cama. Fue alucinante haberlo descubierto. Mostrar el mismo tema desde una foto armónica, bella, agradable, pregnaba mucho más, y podía entrar de manera más efectiva.
Están grabados en el inconsciente colectivo: Juan Castro como un boxeador que fuma después de una pelea, Julio Bocca bailando con una cinta roja, Agustín Pichot como un rugbier trash, un inolvidable say no more de Charly García, Gustavo Cerati como la piel del deseo acariciado por manos de mujer. Los calendarios de Herbstein enseñaron que compartir un mate, un chupetín, un abrazo o un beso no transmite el Sida.
-Tus calendarios de Fundación Huésped hicieron mucho para cambiarle la cara al HIV.
-Concretamente, tuvieron muchas batallas ganadas. Esas campañas fueron cuando más se habló de HIV en la Argentina. Podía parecer algo frívolo, porque interactuaban celebridades, pero no: lograba que la gente se interesase. Se logró mucho en materia de discriminación, que tiene que ver con ignorancia. Ese tipo de mensaje necesita poder captar un segundo de atención, entre todo el bombardeo de imágenes que tenemos. Oliverio Toscani había hecho para Benetton una publicidad tremenda, donde un hombre agonizaba en una cama alrededor de su familia, y todos miraban para otro lado. Pero yo siento que la belleza tiene un código, inclusive una fórmula matemática, π (phi), la sección áurea, que tiene que ver con la unicidad. Es algo que uno inconscientemente lo ve y le llega al alma. Es algo que sucede, metafísica pura. La belleza llega al alma. Y la sucesión de Fibonacci es de 1200, no es algo que inventé yo. Es fascinante, lo vengo investigando. Todo tiene una respuesta.
-¿Cómo es el proceso que hay detrás de cada imagen?
-Mucha gente trabaja conmigo. La clave es formar equipos. Está primero la idea, y hay muchas formas de bajarla. Eso lleva mucho trabajo. Yo creo que una idea es una idea cuando se concretó. Antes, es una aspiración. Los pensamientos están las 24 horas del día, pero hay que bajarlos a la Tierra. Se escribe, se buscan referencias visuales, como fotos de viajes o que uno ve, la historia del arte, un edificio, un diseñador… los disparadores son millones. Vas construyendo una imagen propia, inspirada en muchas cosas. Por eso es importante ver, ver y ver… en algún lugar del rígido queda. Para Huellas, el disparador fue en una visita al Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, unas vitrinas que me impactaron, muy escenográficas. Es impresionante todo lo que podemos tener a mano a través de la tecnología. Pero vivenciarlo es otra cosa. Lo que sentís parada delante de una obra es completamente diferente de verla en una pantalla. Sentís la vibración, la energía del artista puesta en esa obra.
-¿Qué pasa con la fotos, multiplicadas en pantallas y cada vez menos vistas en papel?
-¡Otra cosa, nada que ver! A mí igual me parece genial la democratización de la fotografía. No es sólo para expertos. El tema es qué es lo que estás transmitiendo con esa imagen. La clave no es el acceso a la cámara de fotos, que hoy en día lo tiene todo el mundo. Lo mismo que a la pintura. Pero la exhibición constante de la vida privada es algo que no me gusta. Personalmente, no lo practico, en absoluto. Siento que te pone en un lugar de vulnerabilidad peligroso. A la selfi tampoco adhiero, no soy tan egocéntrica. Cuando hago fotos, prefiero ponerme atrás de la cámara. Me siento cómoda ahí. Por eso no tengo muchos retratos. Ni siquiera en fotos de viaje necesito estar ahí para que tenga sentido. ¡Me parece que arruino la foto! Es una moda, que no es nueva, que hace que muchos tengan sus cinco minutos de fama tan buscados. Te auto-hacés la película y te armás una vida, ¡es increíble! Un poco triste, mucha soledad en eso de ir compartiéndose a uno mismo. Ya va a cansar… Es cíclico.
-¿Cómo lográs proezas y efectos especiales como que una mujer vuele en tus fotos?
-Mucho trabajo. Y me encanta trabajar. Tengo una hija de doce años y está preocupada por qué va a ser. No importa qué, le digo. Tiene que ser algo que te fascine. El problema es cuando elige por la remuneración. Pero la remuneración es una consecuencia de la energía que le ponés al trabajo. Si te gusta, lo vas a hacer a full, con mucha onda, muchas horas. Pero si te aburre, siempre te va a faltar algo y vas a tener una deuda con vos mismo. La foto concretada es una cáscara. Me encanta el proceso. A veces la ansiedad te carcome. Puedo estar un mes trabajando para una foto. Pero si es fácil, no me entusiasma tanto. Me gusta el trabajo en equipo, en el que cada uno es una pieza de una maquinaria. El momento de mayor satisfacción es el instante antes del disparo: cuando tenés todo listo. Viendo la escena concretada a veces ni me dan ganas de disparar: lo quiero disfrutar. Me quedo mirando y no puedo creer que se logró eso. El clic ya es divertirse y buscar la expresión, porque la foto ya está en la cabeza. Sólo resta romper estructuras y probar otras cosas.
-Una imagen dice Siento el poder de la mirada. ¿Cuál es ese poder?
-La mirada es, de los cinco sentidos, el más fiel. Es el único que llega al alma. Por eso, los que somos comunicadores visuales tenemos ese compromiso con lo que trasmitimos porque las imágenes tienen un impacto muy importante en el alma de quienes la reciben. Muy profundo.
-¿Qué mensaje te dan ganas de transmitir a la Argentina de hoy?
-El que necesita toda la humanidad: darnos cuenta de que somos uno. Todos formamos parte de una unidad. ¡Basta de fragmentación! Cuanto más nos dividamos peor vamos a funcionar. Esa falta de conciencia es lo que nos hace talar un árbol, contaminar y que no nos importe desperdiciar el agua. Esa falta de conciencia de que perjudico a los demás y a mí misma. Todo está conectado. Lo mismo pasa con los bandos dentro de la sociedad. Tenemos que tirar para el mismo bando, colaborando entre todos para llegar a un fin de paz. Hay que pensar en el otro. Cambiar la cabeza. Pero primero, hay que evolucionar como persona. Es necesario un cambio interno. Una vez que me reconozco, puedo ver qué puedo hacer por el otro. El otro día un dato me dejó impactada: tenemos oxígeno para ocho décadas. Si no paran con la emisión de gases, nos quedan 80 años. Nada. ¿Vamos a seguir pensando en cada uno? Tenemos que cuidar el planeta, pensando en el otro. Me salgo de mí, y pienso en la humanidad. Hay un avance. Ahora hay mucha gente en esta búsqueda. En los `90 era todo muy apocalíptico. Este país es una muestra: pequeños entes de egoísmo que piensan en ellos mismos y confrontan con los demás. Una competencia sin ningún tipo de sentido. ¿Cuánto más podríamos lograr si todos tiraran para el mismo lado?
-¿Qué lectura hacés de la clase política?
– Me deprime mucho. No me siento cómoda con ningún partido. No me gusta involucrarme. No quiero ser parte de ningún bando. No me siento capacitada para opinar. Me comunico con mis imágenes. No soy gurú, ¡soy fotógrafa! No puedo explicarle nada a nadie. Lo único que hago es transmitir por medio de mis imágenes lo que siento. Y me gusta que a cada uno le dispare cosas diferentes. Sólo me gustaría que a cada uno que ve una imagen mía lo haga pensar, le despierte un sentimiento, le recuerde algo… que tengan una utilidad. Soy feliz con eso. No me interesa ir más allá. Ese es mi granito de arena.
Publicado en Clase Ejecutiva, El Cronista, el 29 de mayo de 2015.
Categorías:Artistas
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