En los dedos de Yuyo hay manchas de pintura. Luis Felipe Noé está trabajando. En su casona de San Telmo hay cantidad de recuerdos de su vida, sus amores y amigos. Retratos y autorretratos. También, guiños de humor: un arca de Noé, un billete con su cara como prócer, un gato de la suerte y una caricatura de Rep que lo muestra como un Beatle junto con los otros popes del arte argentino con los que integró el grupo Nueva Figuración, ese grupo que rompió el marco, el molde, y superó la vieja tensión entre abstracción y figuración. Noé, Macció, Deira y De la Vega cruzan descalzos la Abbey Road de la pintura argentina y la reinventan. Noé es un prócer, un Beatle, un referente para artistas de todas las edades y disciplinas. Lo veneran.
Abajo, en el taller, sus asistentes están en plena faena, apurando los detalles para la muestra que ya se puede ver en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, Noé. S XXI. “No es posible abordar su producción actual si no se la piensa desde el contexto que le corresponde, que es el del momento, la cultura, el mundo y el país en los cuales vivimos hoy”, dice el curador Rodrigo Alonso. De todos esos temas Noé tiene mucho que pintar, y también algo que decir.
–¿Qué particularidad tiene su obra del siglo XXI?
–Es una continuidad y un cambio. El cambio fundamental en mi obra se produjo en el 2002, después de un accidente que tuve. Me rompí un tendón, y desde entonces tengo una gran dificultad para levantar el brazo derecho. Ya no pinto vertical sino en horizontal. Y entonces se manifestó algo que yo tenía latente: vincular el dibujo, la línea, con el color. En la actualidad yo digo que dibupinto. Ahora estoy haciendo una obra muy compleja, Coherente oxímoron, que tiene 20 piezas, que se levanta del piso como varias esculturas. A mí me encantan los oxímorones, plásticamente también.
–¿Siempre pateando el tablero a la pintura?
–Ya lo pateé tanto cuando era joven… ¡El tablero ya está muy pateado! Ahora hago lo que se me antoja. No entiendo a esos pintores que siempre se repiten, creyendo que eso es una personalidad que tienen que defender. Mi personalidad es cambiar siempre. Cambiar y no cambiar. Yo creo que vamos siempre en un mismo tren, que va pasando por distintos paisajes. Mi tren en un período descarriló, cuando dejé la pintura. Pero uno sube, y sabe cuál es la estación terminal, ve el cartelito, pero no conoce el recorrido. Después lo vas conociendo. El cartelito por el que yo subí es caos. Que no es desorden, sino lo que permanentemente cambia. Pero yo hago un arte estático, y ahí empezamos con el oxímoron.
–¿El caos también cambia de significado?
–Es imposible de definir. Se define por lo que no es. Es lo impredecible. No tiene opuesto, como orden/desorden. En el tiempo actual, en parte se puede relacionar con la Red: esa interrelación de cosas. Es el efecto mariposa (el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo). Bueno, eso pasa ahora en el mundo. Lo ridículo de que Estados Unidos se alíe contra el Estado Islámico con Siria e Irán: eso para mí es el caos. Otra que mariposa, acá lo que vuela es el Estado Islámico.
–¿Cómo ve al mundo de hoy?
–Se acelera el caos. Hay contradicciones. Por un lado se habla mucho de globalización. Pero el resultado es lo opuesto: el surgimiento de etnias con toda la voluntad de afirmarse, desde lo religioso y político, como Escocia y Cataluña. Eso es lo más paradójico: la globalización resulta en la exaltación de los elementos más singulares. Pero no se puede hacer una lectura de un sólo lado, sino que hay que ver las cosas de las dos caras. Cada vez es más cierto que lo cóncavo es convexo. Hay que saber acerca de los dos lados, aunque no hay modo de mirar los dos lados juntos. Es un límite. Lo mirás de un lado, después del otro y tomás consciencia de que es así la cosa. Es como un plano que se agita permanentemente y se da vuelta sobre sí mismo. Siempre fue así, pero ahora el efecto es más acelerado por la cantidad de información que tenemos. Hay un tipo de manifestación excepcional, se difunde y se convierte en moda. Por ejemplo, en Estados Unidos, que un chico vaya al colegio armado y mate a sus compañeros.
–¿Cómo ve a la Argentina?
–Me cansé de verla. El lado cóncavo no quiere que se vea el convexo, y viceversa. Ya hablar de peronismo y antiperonismo es ridículo, porque el peronismo no existe más. Llamar a quienes nos gobiernan peronistas es absurdo. Los peronistas de la oposición son lo más parecido a los gorilas en la época de Perón. ¡Es la actitud! Y con esto no es que tome partido por el Gobierno, ¡ya ni sé! Siempre he tomado partido, pero esta vuelta me cuesta mucho. Yo no creo nunca que un gobierno pueda hacer todo mal y otro gobierno, todo bien. Leo los diarios, y según uno todo está bien, y según el otro todo mal. Sencillamente, no puede ser. Es un disparate. Leo Clarín, La Nación y Página 12. La Nación es más claro, es un diario conservador. Clarín es un diario resentido. En Internacionales está muy bien, tiene muy buenos corresponsales. Página es diario muy bien pensado, con muy buenas plumas, pero un poco manco de información y demasiado oficialista.
–¿Y usted qué lectura hace de todo esto?
–Ya no sé qué pienso. Me cansé. Hay personajes que no aguanto: a Carrió, por ejemplo. Me parece un papelón. Demuestra que la política argentina es inferior, porque permite que personajes como éste sean políticos de importancia. Bueno, yo soy muy amigo de Pino Solanas. Lo critiqué cuando se alió con ella. Pero la verdad saltó enseguida (N. de la R: se refiere al episodio en que Carrió agarró su cartera y se fue a comer pizza en medio de un discurso de Solanas).
–¿Qué lo preocupa?
–Que el país no pueda asumir las cuestiones de Estados. Ya no hablo de gobiernos. Hay países donde existen rivalidades políticas, pero hay cuestiones de Estado que son fundamentales. Por ejemplo, acá el asunto de la deuda es una cuestión de Estado. No pueden pelearse como si fuera un problema electoral, ¡tienen que ponerse de acuerdo para resolverlo! El tema de los buitres es una caricatura del capitalismo, un caso de usura.
–¿Otros proyectos?
–Con La Línea piensa, el ciclo de muestras de dibujo en el Centro Cultural Borges, hicimos 75 exposiciones. Pero a partir del año que viene lo va a seguir dirigiendo Eduardo Stupía solo. Tengo mucho que hacer. Tengo 81 años. A fin de año o principios del año que viene va a salir mi libro Mi viaje-Cuaderno de bitácora. Son dos tomos, uno sobre mi obra, otro sobre mi vida en imágenes. Siempre tengo en marcha además un libro que antes decía que se iba a llamar La pintura desnuda. Hace años que digo que lo voy a escribir. Y tengo ganas de hacer un pequeño librito con una serie de dibujos que hice en los `70 mientras hacía terapia. Hablaba y dibujaba.
–¿Cómo se lleva con sus años?
–Trato de ser lo menos ridículo posible, porque los viejos son ridículos. He sido muchas veces joven ridículo, pero ahora ya tengo cierto pudor. Quiero concretar cosas, mientras todavía… no sé. Los años vividos no me interesan mucho, sino los años de posibilidad de trabajo y lucidez. El primer día que no tenga capacidad de trabajar deseo la muerte. Vivir por vivir, no tengo ni la más mínima gana.
–Además de pintor y escritor, ha sido estudiante de derecho, periodista, barman… ¿con qué se divirtió más?
–Soy pintor. Cuando escribo, lo hago sobre la misma pintura. Cuando dejé Derecho no había escuela de periodismo, necesitaba trabajar de algo porque me quería casar. Me casé muy joven, en vísperas de cumplir 24 años. Estuve seis años en distintos diarios, hasta que empecé a sacar becas. Nora trabajaba como asistente social y hubo veces en que paró la olla ella. De una manera u otra nos complementamos. Después tuve el Bárbaro, un bar que acaba de cumplir 45 años, aunque yo hace quince años que no tengo nada que ver.
–¿Ya está cansado que le pregunten por la Nueva Figuración?
–Es una etapa de mi vida que fue importante. Pero me irrita, me irrita muchísimo, cuando me quieren clasificar como artista de los años ‘60. ¡Paralizado como Shirley Temple!
–¿Cómo se lleva con el mercado?
–El único que existe para mí es el de verduras, carnes… Lo otro no es mercado: es la lotería. Cuando yo era joven, los remates eran ocasiones, pero estaba claro que ese no era el precio. En la actualidad, la lista de precios se publica como si fuera ese el valor de uno. Mandan al diablo todo el esfuerzo que se hizo para valorizar la propia obra. Existen los mercados, y existe La Salada. Los remates son La Salada estética.
BIO: Luis Felipe Noé nació en 1933 en Buenos Aires. A partir de 1961 integró, junto a Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, el grupo Nueva Figuración, con quienes realizó importantes exposiciones. Obtuvo los premios Di Tella (1963), Beca Guggenheim (1965 y 1966), Mención de Honor de la Bienal Internacional del Grabado de Tokio (1968), Fortabat (1986), el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes (1997), Konex de Platino y de Brillante (2002), y el Primer Premio Salón Municipal Manuel Belgrano (2002), entre otros. Publicó los libros Antiestética (1966), Una sociedad colonial avanzada (1979), Recontra poder (1974), El Arte en cuestión. Conversaciones, junto a Horacio Zabala, y Noescritos sobre eso que se llama arte (2007). Realizó muestras en galerías y museos de Cuba, Brasil, Francia, España, Estados Unidos, Ecuador, México e Italia, y retrospectivas en el Museo Nacional de Bellas Artes (1991) y en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2007). Vivió en París (1961-1962 y 1976-1987) y en Nueva York (1965-1968). Desde 2001, expone cada año en la Galería Rubbers.
Bújula: La exhibición Noé. Siglo XXI se presenta en el primer piso de la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, Olga Cossetini 141, Puerto Madero, hasta el 1 de febrero de 2015, de martes a domingos de 12 a 20 horas.
Esta nota fue publicada en la edición del 28 de noviembre de 2014 de Clase, la revista del Cronista. Acá está la versión impresa: Yuyo Noé
Categorías:Artistas
Excelente retrato de un grande en el Arte Argentino.
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