Paco Jamandreu, Jacques Dorian, Mary Tapia, Eduardo Lerchundi, Horace Lannes, Rosa Bailon… Diseñadores argentinos con nombre e historia tienen ya la puerta abierta para futuros homenajes, a partir de la primera exposición de moda en un espacio cultural. Gino Bogani ha abierto un camino para sus colegas del pasado y de estos tiempos: el de la consagración como pieza de museo, entendiendo a la moda como expresión de una sociedad, reflejo de un lugar y un tiempo. Una tendencia internacional, en la que se inscriben las muestras de diseños de Alexander McQueen, que marcó records de público en el Museo Metropolitano de Nueva York, y de otros popes, como Giorgio Armani, Balenciaga, Chanel y Yves Saint Laurent.
Antes de esta retrospectiva, se cuentan con los dedos de la mano las ocasiones en que vestidos y otras prendas fueron expuestos en vitrinas en el ámbito museístico de Buenos Aires. Están los de Eva Perón desplegados en el Museo Evita, piezas históricas en el Museo del Traje, y algún que otro ciclo específico. Y están, sí, los artistas que toman a la moda como base para sus discursos creativos: la retrospectiva de Delia Cancela, artista y diseñadora pionera en esto de entender la moda como arte, en 2014 en el CMD, y Dalila Puzzovio, otra precursora que expone regularmente en galerías y ArteBA sus icónicos zapatos, entre otras piezas de arte, por nombrar sólo a dos referentes.
Lo novedoso de esta muestra de Gino Bogani y su glam es poner brillos, sedas y pedrerías donde antes hubo cuadros. Lo suyo es arte aplicado, utilitario, pero en cada pieza hay retazos de noches de fiesta, divas nacionales y una parte de Buenos Aires. Se trata de la entronización del vestido de noche como arte factum, que no es otra cosa que aquello hecho con arte –Bogani es maestro en el arte de la tijera, la aguja, la tela, el maniquí–. Antes, abrió otro rumbo: trabajó para un cambio de paradigma de su profesión. En cuestión de décadas se pasó de hablar de modistos y costureros a diseñadores independientes. El oficio se volvió cool, y en eso hay una deuda con Bogani, que desde sus inicios en los ’50 supo volverse una celebridad, a fuerza de frecuentar galas y beneficencias, viajes, desfiles, burbujeos y flashes.
El arte, además de prestarle su casa, se arrima cada vez más al mundo de la moda, y los cruces de disciplinas son cada vez más frecuentes. Es tiempo de colaboraciones en las que todos ganan. Afuera, Takashi Murakami y Yayoi Kusama intervienen carteras, mientras Damien Hirst colorea jeans. Los recortes de José Luis Anzizar se vuelven estampa para una línea de zapatos y la obra de Fabiana Barreda inspira la última colección de Martín Churba. Las esculturas de Marta Minujín se bañan en oro y se convierten en dijes, y sus colchones son cartera en alianza con Min Agostini. El arte y moda se encuentran a lo largo de la historia en una encrucijada donde coinciden cuerpo, sujeto y sociedad. Y así lo explica Barreda: “El arte como la forma radical y experimental de hacer existir el cuerpo y sus emociones, y la moda como la piel cultural más compleja de develar de una persona”.
Publicado en Transvisual #7, anuario 2013 del Centro Cultural Recoleta
Categorías:Libros
Deja una respuesta