Después de diez años de ausencia en el escenario local, el pintor argentino Manuel Cancel, radicado en París desde hace veinte años, vuelve a mostrar sus obras en Buenos Aires en la galería de Lila Mitre (hasta el 29 de agosto, en Guido 1568). Paisajes de árboles y llanuras y primeros planos de pasto son motivo de una docena de acrílicos sobre tela realizados en 2005 y 2006, donde gana el color verde.
Nació en Buenos Aires en 1951 y estudió Arquitectura y Escenografía en la UBA. A Francia llegó en 1983. Dos años más tarde hacía su primera exposición individual en París y colgaba obras en Londres. Desde entonces realizó, siempre en el extranjero, una docena de exposiciones individuales y otras tantas participaciones en muestra colectivas. Colgó obras en el Palais Palffy, de Viena, en el Espace A.G.F., de París, en el Musée de la Mer, de Biarritz, y regularmente expone en galerías de New York, España e Inglaterra. También expone en la galería Ramis Barquet, de Monterrey, México.
Pinta en un taller inmaculadamente blanco, despojado, ascético. Igual que la galería de Mitre, en la que hizo poner pasto en algunos sectores, que deben ser regados y cuidados. Recrea en medio de la urbe (en París y en Buenos Aires) paisajes en los que no hay vestigios del hombre, a partir de fotos y recuerdos.
–¿Qué pasa con esos paisajes en el taller?
–Se transforman. Elijo un pedazo, lo trabajo, lo recorto. Pierden las referencias de horizonte, cielo y la mirada se dirige hacia la tierra. Son detalles, abstracciones al despojarse del contexto. Sólo quedan a veces las sombras de los árboles. Se vuelven paisajes universales.
–¿Reflejan una preocupación ecologista?
–Sí, pero no intelectual. No milito en nada. Sí me interesa proteger la naturaleza. Y voto por el Partido Verde en Francia en la primera vuelta.
–¿Qué le provoca ese color?
–Me calma, soy una persona muy inquieta.
–¿Cómo define su pintura?
– Figurativa. Paisajes, pero no paisajes clásicos, sino con una mirada diferente, despojados de referencias humanas. Quizá es un mundo ideal.
–¿Busca provocar algún efecto?
–No, es algo mío con la tela. Lo hago para mí. No pienso en el espectador. Soy muy tímido, no me gustan que me vean cuando pinto. Un cuadro a medio hacer si viene alguien al taller lo doy vuelta.
–¿Cómo es ser un argentino en París hoy?
–Trato de no quedar asociado a un grupo de latinos, en las galerías donde expongo en diferentes países por lo general soy el único argentino. Pero atrae la pintura de la lejanía, los extranjeros buscaban mucho mis pinturas de la Patagonia.
–Hay como un mito de los pintores y su vida parisina…
–Tengo amigos pintores, pero no formamos un grupo. No hablamos de pintura ni compartimos talleres. La vida es más individualista que en otros tiempos.
Publicada en La Nación Revista, agosto de 2006
Categorías:Artistas
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