Intimidades
Letras y colores de amateur
Sin pretensiones de creador polirrubro, pinta, dibuja y escribe
- La pintura y la escritura son para Patricio Contreras ejercicios de actuación. Cuando comenta sus cuadros no habla de formas ni colores; tampoco reflexiona sobre rimas o metáforas cuando cuenta qué anota en sus mil y una libretas. Para él, todo es teatro. En la mesa del comedor instala un bastidor, y una gran caja con pinceles y tarros de pintura. «Es un boceto, no pretendo posar de pintor», se queja cuando se acerca el fotógrafo. Y explica su cuadro con espíritu de amateur declarado: «Es como una escena de teatro decimonónico, con un paisaje pintado en el telón. Hay una abuela y un niño, y una despedida al fondo. A lo mejor eso arma una historia que el espectador mira». Sí, está orgulloso de los cuadros que compró en la subasta anual de la Asociación Argentina de Actores, uno de Adolfo Nigro y una escena tanguera firmada por M. Reynoso, en la que encuentra los colores de El Baile , la película de Ettore Scola.
- El actor escribe a mano y en pequeños anotadores que lleva siempre consigo. Ahí apunta refranes, aforismos, epitafios. «Son como los artefactos de Nicanor Parra o las greguerías de Ramón de la Serna. Como todo chileno, tengo la pretensión de ser poeta. Todos somos poetas en Chile, o por lo menos queremos serlo», se ríe. A los 16 años, formaba parte de un taller literario. «Afortunadamente hubo un gran profesor chileno, Hernán Loyola, biógrafo de Pablo Neruda, al que una vez leímos nuestros escritos y me dijo: Usted dedíquese al teatro . Al tiempo le pude dar la razón», cuenta. Cuando conoció a Parra se liberó de los prejuicios: «Me di cuenta de que la poesía se puede escribir con el lenguaje de la calle. No hay que estar encerrado en una torre de marfil escribiéndole sonetos a la luna. Parra me otorgó el permiso para ser también yo poeta. Entonces, escribo cosas que me hacen bien, que por nada se me ocurriría publicar».
- Contreras entiende que los escritores son, ante todo, fabuladores. «No soy escritor, porque escribo sólo sobre lo que me pasa. Mi imaginación está destinada a hacer frondosos los personajes que me tocan», define. Por ejemplo, publicó en 2005 una historia en el diarioPágina/12 : «Me pasó en el aeropuerto de Santiago. Se me acercó una muchacha francesa y me preguntó si yo iba en tal vuelo, porque necesitaba mandar un mensaje a una persona que iba a estar ahí. Tomé nota del nombre del tipo, Edmond, del de la chica, Celine, y le pregunté: ¿Qué querés que le diga, Celine? Ella dijo: Que lo amo , y le saltaron las lágrimas. La emoción me estranguló la garganta y la abracé, para contener mi propia emoción. Cuando la solté, se fugó, se fue corriendo. Y yo me quedé con ese paquete, encantado de ser portador de un mensaje tan extraordinario». La historia es más larga: hoy Edmond, un dibujante reputado, vive en París con Celine gracias a Contreras, en parte. «Ya somos amigos.» Tanto, que Edmond le mandó un libro de su obra y dedicado con un retrato original de su amada. Ya hay directores interesados en filmar la historia.
- Hojeando un poco entre sus libretas, aparecen escenas de teatro dibujadas. «Es un esquema de Ella , la obra que hicimos con Luis Machín. Sintetiza la escena», indica. Sus dibujos son croquis de los papeles que le tocan interpretar: «Dibujo a mis personajes. Es una manera de mirarlos desde afuera. A veces no se parecen a mí. Pueden ser más gordos o más flacos, y eso se reflejará en mis movimientos. Veo si es pesado, si es encorvado, si da trancos largos, si los pantalones le llegan más abajo o más arriba. Incorporo mejor la imagen», detalla. Al dibujo llegó también de chico. «Tenía un vecino español que era afichista. En el pasaje tenía dos casas, su vivienda y su taller, y en el medio estaba la mía. Desplegaba en el pasillo enormes bastidores donde hacía a mano las gigantografías de los estrenos de cine. Yo jugaba en su taller y quería ser dibujante. Después, a los 15 años, vi teatro adulto por primera vez, El Círculo de Tiza Caucasiano , de Bertold Brecht. Recuerdo los sentimientos encontrados que me produjo: disfrutaba lo que veía, pero sufría porque quería estar ahí. Al año siguiente ya estaba estudiando teatro», recuerda.
- «Dibujar, pintar, escribir y leer son complementos de mis recursos como actor, porque enriquecen el lenguaje, lo que puede significar ser más preciso en la definición de alguien, en el intento de atrapar un sentimiento, una sensación, una conducta», señala. Cuando no ensaya, lee ensayos: «Me gustan Noam Chomsky, James Petras, Frederick Jameson, que escriben sobre el fenómeno cultural. Esta lectura mía me parecía un poco pretenciosa, ¿por qué leo ensayos, como si yo fuera Umberto Eco? Pero me he dado cuenta de que el giro cultural es tan tremendo, tan apasionante, que supera cualquier ficción. Además, tengo un gran gusto por la especulación intelectual», se excusa. También le gusta la música. «Es abstracta. Yo necesito un autor, un texto, conceptos. Ahora que empecé a dirigir, la música es muy importante», afirma. Debutó el año último con El Manjar , dentro de un mes estrena un monólogo de César Aira en el Centro Cultural de la Cooperación, y el año próximo dirigirá Déjala sangrar , del chileno Benjamín Galemiri, en el Teatro San Martín. Ahora se lo puede ver actuando en Aniquilados , una pieza de Sarah Kane que dirige su ex mujer, Leonor Manso, en El Portón de Sánchez. Sus gustos e inspiraciones serán eclécticos como los adornos de su casa: desde varios Pato Donald hasta una imagen de San Cayetano. «No es que sea religioso, sino supersticioso.»
.Sábado 15 de septiembre de 2007 | Publicado en edición impresa
María Paula Zacharías
Categorías:Cultura y sociedad
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