El mueble inspirador
Concentra la cotidianidad y algunas fijaciones de la artista
El centro de la casa de la artista plástica Flavia Da Rin es una mesa ratona. Como suele ocurrir en departamentos de jóvenes, la escasez de metros cuadrados obliga a ahorrar el espacio de las mesas del comedor y la cocina, y se desayuna, almuerza, merienda y cena a pocos centímetros del suelo.
En el caso de Da Rin, una mesita retro funciona como arcón de los recuerdos, biblioteca de última hora, botiquín, escenario de reuniones, mesa de trabajo para computadoras portátiles y lugar para apoyar el vaso cuando se mira televisión. «Es el centro de operaciones, lugar central de la casa», afirma de ese mueble años 50, de línea escandinava, que llegó como herencia de un tío.
- Costureros, libretas, pilas, lápices, pinceles, pasaporte, tonner, maquillaje y aspirinas se guardan discretamente en los cajones. Ahí, además, yace Federico. «Es un langostino que tuve de chica. Desde que murió, hace 20 años, lo guardo en formol. Me acompaña», dice entre risas. Para un dos ambientes, es la mascota ideal. Arriba, la mesa es espacio de exposición. En este momento se exhibe la primera estampilla 3D que emitió en su historia el Correo Argentino, que diseñaron dos amigos artistas, Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg, que inmortaliza el meteorito Chaco. Salió a la venta hace dos semanas y en su precio, 6 pesos, están incluidos los anteojos para apreciarlo con volumen. En este escaparate de cuatro patas también hay fotos carnet de Luis Terán, su novio. Y en un sector van rotando las postales del fotógrafo Shoichi Aoki. «En Harajuku, Tokio, se pasean jóvenes producidos, entre animé, punk, fashion, alternativos, góticos, de estilo californiano, rubias de cama solar, mucho Hello Kitty, Sailor Moon… de todo». Realmente vistosos.
- En un estante de la mesa hay un retrato que le hizo a su abuela con los ojos sobredimensionados. Da Rin es la autora de esas fotos de chicas con los ojos grandes, una serie de autorretratos que se hizo tan conocida que ya la define. Profesora de pintura egresada del IUNA, pasó por la beca UBA-Rojas/Kuitca y ahora se dedica a la fotografía intervenida digitalmente. En gigantografías, su rostro pobló las calles de Buenos Aires, París y Corea, porque suelen elegir su obra para promocionar ferias y bienales (pronto estará en los carteles de la feria Buenos Aires Photo ). En febrero próximo, diez imágenes que le pertenecen se exhibirán en espacios públicos en Louisville, Kentucky, Estados Unidos. «Las empecé a hacer en 2005 (antes era la chica que hacía fotos con dobles). Tienen la carga de quien mira la obra, le devuelve la mirada al espectador. La deformación del personaje tiene que ver con la deformación subjetiva que hace uno de las cosas. Trabajo mucho con la subjetividad, los estados de ánimo, la mirada sobre las cosas. Distorsionar es, un poco, mostrar todo eso», explica. Da Rin consume animé desde chica, no lo puede negar, y los ojos son el motivo privilegiado desde los dibujos infantiles. «Dibujo y saco fotos, sobre todo. Lo que más me gusta es la pintura, pero no me da. Accedo a la pintura a través de photoshop», se analiza.
- Se apoyan en la mesa objetos raros, como un tigre de juguete cortado en rebanadas recostado sobre un Citroën. Es un obsequio del artista Mariano Giraud, que reflexiona sobre la naturaleza y la tecnología. Más allá sobresale una réplica de plástico de la Torre de Televisión de Berlín (Fernsehturm). «La traje de un viaje que hice hace tres años. Me guiaba por ella en la ciudad para volver a mi casa, porque se ve de todos lados», explica. La acompañó durante el mes que duró la exposición No Tango, en 2004, cuando compartió habitación con la artista Nicola Costantino. «Berlín era en ese momento la ciudad donde había que estar. La gente ahí es abierta, bohemia, con lo mejor de la música electrónica, mucha movida cultural. No la sentí tan lejana a Buenos Aires», cuenta esta artista, que es renuente a viajar. «Prefiero quedarme en casa», reconoce.
- Un lugar referencial hay siempre para alguno de los manekinekos, figuras de gatos chinos que integran una colección (se los ve en negocios, como un adorno kitsch). Una leyenda cuenta que había dos templos, uno derruido y otro opulento. En la puerta del derruido había un gato que se lavaba. Un millonario que estaba mal no sabía a cuál ir, vio el gato y pensó que con la pata lo estaba llamando. El hombre entró, se mejoró y después hizo una gran donación, con la que el templo recobró su antigua opulencia.
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María Paula Zacharías
Intimidades |
Categorías:Artistas
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