La arquería y su mística, según Boy Olmi

Dar en el blanco

 

  • En un cumpleaños, su mujer, la actriz Carola Reyna, le regaló el primer arco. Se lo robaron, pero hace poco Reyna le regaló otro hecho a medida por los fabricantes Puma, adaptado a su altura, largo de brazos y fuerza. Tiene una combinación de maderas del norte argentino elegida por él y lleva su nombre grabado. «Es precioso, como hecho por un luthier», sonríe. Lo usa con un guante y con flechas de punta de metal y plumas flúo, para que no se pierdan. Alguien diría que en una vida anterior Boy Olmi fue secuaz de Robin Hood. A él le causa gracia: «El inconsciente tiene muchas capas, formadas por experiencias: fantasías, momentos pasados, parejas anteriores o nuestra infancia. Son como vidas pasadas que forman parte de nuestro presente».

 

 

  • El actor Boy Olmi se hizo aficionado al arco y la flecha en Córdoba, cuando un amigo le dio las primeras lecciones. Olmi se entusiasmó y enseguida tomó clases con el tirador olímpico Luis Maristany. Pero para él no se trata de un deporte más. «En mi inconsciente, el arco y la flecha estaba depositados como algo relacionado con un tiempo perdido, de cierta nobleza en las acciones. No me remite a la violencia, sino al valor, la destreza, lo mismo que las espadas. Es una práctica ancestral vinculada con la supervivencia», define Olmi, que no siente nada parecido por las armas de fuego.

 

 

  • El actor toma este papel de arquero muy en serio. «Es un ejercicio de armonización y concentración. Todas las disciplinas son enfrentamientos con uno mismo. Cuando uno juega al golf o al tenis, el rival es un enemigo interno, mucho más que el oponente que está enfrente. En arco y flecha, no hay más competidor que la desarmonía. Toda disciplina conjuga lo espiritual y lo físico. Hasta el futbolista sabe de niveles de concentración que pueden elevar su rendimiento. Hay muchas filosofías y religiones que no se enseñan teóricamente, sino a través de la práctica. Los orientales, que son muy evolucionados espiritualmente, han descubierto eso; el budismo zen, por ejemplo, se enseña a través de ikebana y arquería. Todas las acciones cotidianas puede ser una experiencia reveladora o de conocimiento. Hasta la cocina.»

 

 

  • No haga esto en su casa. Para usar el arco y la flecha se necesita un lugar seguro, como el Club Universitario de Arquería (CUDA), que está en Ciudad Universitaria. O ir a los médanos de playas desiertas o al campo, como Olmi. Hay quienes practican tiro en cacerías, pero es gente muy cruel. Lo mejor es tirar al blanco, que no siempre es blanco. Olmi se dedicó mucho tiempo a pintarlo de todos colores con devoción y prolijidad, como mandalas o arte efímero, que conserva en fotografías. Los hacía sobre cartón y duraban hasta que los alcanzaban las flechas (ahora los fabrica en goma, larga duración). En el CUDA, uno de sus chicos tomó un curso básico que en cuatro sábados permite dar en el blanco. «Como en el esquí, el primer día ya se entra en contacto con el medio. Igual, no lo impongo. Yo les digo que tienen disponibles los mejores profesores del mundo de lo que quieran. Y depende del deseo de cada uno ir a buscarlos.» Cuando eran chicos, Carlos y Rafael tuvieron sus arcos de juguete. Y antes de los cuatro años les dio una cámara para experimentar también con la fotografía, otra de sus pasiones.

 

 

  • En la película de Pablo César próxima a estrenarse, Hunabku , se verá a Boy Olmi, por ejemplo, cuando tensa un arco y lanza una flecha. Hunabku transcurre en los glaciares del Sur y no es una película medieval ni del descubrimiento de América (difícilmente Olmi pueda pasar por poblador originario). Interpreta un antropólogo algo chamán, que practica la arquería. Igual que él.

 

 

  • El actor Boy Olmi se hizo aficionado al arco y la flecha en Córdoba, cuando un amigo le dio las primeras lecciones. Olmi se entusiasmó y enseguida tomó clases con el tirador olímpico Luis Maristany. Pero, para él, no se trata de un deporte más. «En mi inconsciente, el arco y la flecha estaba depositados como algo relacionado con un tiempo perdido, de cierta nobleza en las acciones. No me remite a la violencia, sino al valor, a la destreza, lo mismo que las espadas. Es una práctica ancestral vinculada con la supervivencia», define Olmi, que no siente nada parecido con las armas de fuego.

lanacion.com|

Sábado 20 de octubre de 2007 | Publicado en edición impresa

Intimidades | Los flechazos de… Boy Olmi

 

María Paula Zacharías

http://www.lanacion.com.ar/954754-dar-en-el-blanco


Categorías:Cultura y sociedad

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