Un pianista en hakama
- Los músicos de repertorio clásico parecen condenados a la vestimenta formal, de etiqueta… Pero el pianista Horacio Lavandera lanza una amenaza: «Algún día me gustaría salir al escenario en hakama , que es como un pantalón que usaban los samuráis». No hay que confundir: este chico de 23 años es reconocido en los escenarios más importantes del mundo, y su atuendo samurái no estaría motivado por pura extravagancia, sino por una pasión orientalista que le llega de una infancia no tan lejana. Todo comenzó cuando tenía 4 años y su padre partió de gira a Japón durante 3 meses, que le resultaron penosamente largos. José María Lavandera era entonces solista de percusión de la Orquesta de Tango, dirigida por el violinista Antonio Agri. «En ese momento, tanto mi hermana, de 5 años, como yo teníamos mucho dolor por no entender por qué papá se iba tanto tiempo y tan lejos. Entonces, mamá nos enseñó a través de libros, mapas y enciclopedias todas las ciudades que él iba recorriendo, lo que fue muy didáctico y divertido. A su vez, papá nos llamaba todos los días y nos mandaba cartas con fotos y postales, contándonos todo lo que veía durante su viaje», explica Lavandera, que pasó por Buenos Aires para ofrecer un ciclo de conciertos en el Maipo.
- Así nació su fascinación por esa antigua civilización oriental, justo cuando empezaban sus reclamos por un piano propio, que consiguió 3 años después, a los 7; pero, atención, a los 2 años Lavandera ya se había deslumbrado con Chick Corea. Aunque hay más de una razón detrás de esta manía pro Japón. «Soy de una generación que creció mirando animés, es decir, animación japonesa, como Robotech (en la imagen de acá al lado), Los Caballeros del Zodíaco , leyendo manga, o sea, comics japoneses, y con acceso a muchísima cultura masiva oriental en general», explica el muchacho que, naturalmente, comparte estos gustos con sus amigos de la infancia.
- Lavandera también guarda recuerdos de taekwon-do. «Lo practiqué entre los 5 y los 7 años. Creo que llegué a cinturón verde. Me encantaba, hasta gané algunas medallas e hice exhibiciones en teatros con mi grupo -recuerda-. El sentido del equilibrio, la espiritualidad, la paciencia, la tolerancia, la espera, la conciencia de las propias elecciones y la armonía para encontrar el propio centro de cada ser humano son elementos que rescato, y he tratado de aprender de la vida y cultura de Oriente. Admiro aquellos códigos, esas pautas culturales, esas costumbres y esa filosofía tan característica que se remonta a siglos atrás. Por supuesto que cada país de Asia también tiene sus particularidades. Pero se puede distinguir una forma de reflexión común muy enriquecedora.»
- No practica ceremonias del té, pero es buen comensal de comida japonesa, y no sólo de sushi. «Son muy sanas. La base de arroz, pescado y verduras es una combinación deliciosa. Me resulta algo bueno que Occidente se haya copiado un poco de esas costumbres», afirma. En sus dos viajes a Japón recorrió ciudades como Tokio, Osaka, Kyoto, Fukuyama y Nagoya. «Me encantan, sobre todo, las ciudades pequeñas, donde se puede apreciar la vida más tranquila y reflexiva de los pueblos. Si pudiera, iría un mes a Fukuyama sólo para caminar entre todos los jardines y escuchar el canto de los pájaros. El respeto por la naturaleza es capital y, al mismo tiempo, creo que ellos la toman como su maestra para intensificar su ya bastante cultivado sentido de perfección», cuenta. Por ahora, reside en Madrid.
- Por supuesto, Lavandera conserva cada uno de los afiches de sus conciertos en Tokio, que lo anuncian con ideogramas indescifrables, por lo menos para un extranjero. «El público de Tokio es fantástico: muy respetuoso y muy informado. Les gusta escuchar cosas que no han oído nunca y abren sus puertas a músicos nuevos con mucha bondad y respeto. Por ejemplo, en Japón les fascina el tango. Y me parece increíble esa capacidad que tienen para ser tradicionalistas, pero no conservadores al mismo tiempo», reflexiona, agradecido, este músico con corazón nipón.
- El mejor puente con Asia que Lavandera pudo tender es la música. De sus viajes se lleva fotos, postales, discos, tecnología, calendarios y partituras de compositores como Toru Takemitsu, Toshi Ichiyanagi y Atsuhiko Gondai. Cuando se puso a estudiar a este último, joven compositor japonés con influencias budistas y católicas (el que está con él en la foto de acá arriba), Lavandera empezó a leer sobre budismo. A su vez, Gondai viajó para escuchar la interpretación que Lavandera hacía de su obra en la Argentina, España y Tokio.
Categorías:Cultura y sociedad
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