El ropero de… Catalina León

Intimidades

De amuletos y baratijas: la artista revelación exhibe sus tesoros feos y viejos

Catalina León es una de las artistas del momento. Ganó el galardón más codiciado, el Premio arteBA-Petrobras de Artes Visuales, y su galerista, Daniel Abate, la corre con una lista de espera para comprar su obra. Nada de esto llega a León, que asume todo como un juego. Sobre todo lo referido a la imagen personal. Para la foto, elige una robe de chambrede su abuela Juana Pereda de Ocampo. «De chica vivía en el Palacio Pereda, que es hoy la embajada de Brasil. Crecí con el mito de que mi abuela era una princesa», explica risueña. Lo combina con una de sus flores infaltables detrás de la oreja y se acerca al único cuadro suyo que tiene en su casa: un pez con collar de perlas agregado (bijouterie habitual en la artista), que está en la cocina. «Siempre dibujo peces porque, junto con el cerdo, son la única comida con gestualidad», afirma. Y ésa es la primera frase disparatada y genial con la que sorprende. Tan creativa como sus atuendos.

  • «Mi estilo es medio cocoliche. En un momento era una abanderada del mal vestir. Ponía empeño en llevar ropa extremadamente trash o incoherente. Ahora me gusta verme con muchos colores y estampados, porque me siento protegida, acompañada. Si me gusta cómo estoy vestida, ese día es como si hubiera salido el sol», cuenta León. No le importa parecer a veces una señora mayor ni un revival de los años 80. Para los días de lluvia, León tiene su amuleto: a falta de rayos solares se pone una cinta dorada en la cabeza, que enseguida la pone contenta. «Me deprime mucho ver en la calle que hay gente que se viste sólo de negro, azul y marrón ¡por qué no se pondrán algún colorcito!», suplica. l Lo suyo, está claro, es puro vintage . «Compro mi ropa en ferias, muy barata, revolviendo y a ojo. Adoro encontrar una remera horrible a un peso, cortarla y que termine siendo mi preferida, como la que dice Magnífico , tan pequeña y tan grandilocuente -detalla-. La ropa fea, bien combinada, se vuelve todavía más linda que si fuera simplemente linda, tiene un doble valor.» En su obra pasa algo parecido. «Me entusiasma aquello que hay que recuperar. Busco que los elementos revivan, como el durlock, la comida o una tabla de planchar vieja. Estoy siempre atenta. Me preocupa el tema de los restos. Tengo suerte con la basura que encuentro», desliza.
  • Entre sus ferias más visitadas están la de Lavalle, entre Gallo y Sánchez de Bustamante, la del Hogar Israelí, en Jean Jaurés al 600; una en Cinco Saltos, en Río Negro, y otra en San Fernando, provincia de Buenos Aires, donde la estaba esperado su vestido preferido, con el que recibió el premio en arteBA. «Cuando ando por la calle y veo una feria americana, entro. Encuentro estampados, calidad de telas y diseños que ya no hay. Me gustan los diseñadores de Palermo, pero no voy a gastar 300 pesos en un vestido. Me divierte a veces sacar la cuenta de lo que tengo puesto: hay días en que estoy vestida con cinco pesos», dice orgullosa.
  • León es muy estudiosa del Día de los Muertos mexicano, una festividad en la que se cree que los muertos vuelven a la Tierra. «La gente pasa una noche junto a sus difuntos en el cementerio, les llevan sus platos preferidos y se organizan tertulias de toda la noche alrededor de la tumba», explica. Los esqueletos se vuelven más populares que Papá Noel en Navidad y aparece todo tipo de merchandising. Por eso, sus aros preferidos son dosmuertitos que se trajo de Oaxaca en su último viaje. «Es muy interesante que una vez al año se reconcilien con la muerte y bailen con ella, siendo un tema tan tabú para nuestras sociedades», indica. Los aros van bien con su velo de luto que encontró en la feria de San Telmo. «Lo usé para el casamiento de una prima, que fue cuando murió el papa Juan Pablo II», explica.
  • Entre sus tesoros están los pañuelos Hermès de su abuela, que siempre mira qué se puso su nieta, y la festeja con más entusiasmo que a los desfiles de disfraces que Catalina hacía para ella cuando era chica. El pañuelo azul está gastado, porque lo llevaba en la cintura la primera vez que vio el Mediterráneo: «Así como estaba me metí en el mar. Desde ese día digo que entrar al mar con ropa es hacerlo más desnuda que desnuda». Su falda rosa, que le regaló una amiga porque con ella «parecía una lámpara», es otra de sus marcas personales. «Yo también parezco una lámpara, pero no importa», asegura. El tapado de diva de Betsey Johnson, una tienda legendaria de Nueva York, es regalo de una tía. Así, la ropa muchas veces llega sola a su ropero Sabe que será bien recibida.

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María Paula Zacharías

lanacion.com|

Sábado 21 de julio de 2007 | Publicado en edición impresa

 http://www.lanacion.com.ar/927493-de-amuletos-y-baratijas-la-artista-revelacion-exhibe-sus-tesoros-feos-y-viejos



Categorías:Artistas

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