Zapatos de tango

Taconeando en Europa con zapatos porteños
Hace tiempo el mundo importa la música arrabalera. Ahora, de la mano del turismo, se descubrió un negocio. La seducción de la milonga comienza por los pies…
El tango vive momentos de fama mundial, es sabido. Desde hace unos años la Argentina exporta espectáculos, profesores, bailarines, cantores y músicos. Pero hay algo más: también salen del país, a paso de hormiga, zapatos para los milongueros más exigentes. Vía web, teléfono, revendedores y una gran cantidad en valijas de viajeros, este calzado sólo para entendidos se convierte en objeto de culto. Y también en un producto de exportación.

Son un poco más de diez los artesanos que conocen los secretos de los zapatos de baile, y hacen a mano pocas cantidades. Pero de todo el mundo vienen a comprar diseños adaptados, para sacar viruta al piso de forma confortable, que sostienen el pie adecuadamente y ayudan a mantener la postura correcta, además de ser bien vistosos. Hechos en cuero, gamuza, charol, o laminados, con brillos y detalles en strass, los hay en variedad de colores y combinación de materiales. Se caracterizan por las buenas suelas y por ser acordonados para ellos y con pulsera para ellas, entre otras particularidades.

Calzados Victorio armó hace tres meses su página web, con bastante suerte. Por esa vía logró colocar algo más de 200 pares de «tamangos» en Alemania, Suiza y Francia. «Por ejemplo, de Suiza me mandó un e-mail una chica que vio a una bailarina argentina en un espectáculo y le preguntó dónde conseguía zapatos así, para bailar tango», comenta el mismo Victorio.

Flabella es una de las pocas casas que logró contactos con revendedores en el exterior. Tiene clientes fijos en Corea, Austria, Berlín y Suiza, que encargan con cierta regularidad envíos de alrededor de 50 pares. Las relaciones comerciales foráneas empezaron en todos los casos en Buenos Aires, y se mantienen vía web, donde se pueden consultar los catálogos.

«En 1981 nació la marca. Hace diez años empezaron las ventas internacionales, pero se acentuaron mucho en los últimos años», comenta Eduardo Ekmekdjan, titular de esa firma. Pero, por ahora se plantan ahí, porque pese a que es una de las casas más grandes, se reconoce como un taller que no produce más que veinte pares por día.

En el Centro Artesanal del Tango practican lo que debería llamarse exportación individual o venta directa al consumidor a larga distancia. «Vendemos mucho afuera, cada vez más. Por lo general, son extranjeros que visitaron Buenos Aires, compraron zapatos acá, y después llaman desde todos lados y nos encargan más», asegura Edgardo Pardella, al frente de la casa. Sucede que su propuesta es muy personalizada: el diseño, taco, material y color son a gusto. Así cumplen los sueños de bailarines de casi todos los continentes, que pagan por anticipado y exigen que se cumplan los plazos de entrega. «Mandamos entre 10 y 15 pares por mes. Pero es fundamental que no nos pierdan la confianza», explica.

Está en los planes de Pardella instalar un local en el exterior, pero señala algunas contras. El mercado afuera no es tan grande (en Buenos Aires funcionan 50 milongas, mientras que en Francia sólo hay dos). Además, el consumidor no es incauto, sino todo lo contrario. Conoce especificaciones técnicas y busca diferenciarse, por lo que se necesita un stock muy amplio y creativo.

La práctica más masiva en este rubro es la compra en cantidad por parte de turistas, según sostienen en las casas Botier y Candela, entre otras. Coincide con ellos Rodolfo Pascual, de PH Calzados. Esta zapatería llevó su producción de 6 a 15 pares diarios gracias al aumento de las ventas. Un 80 por ciento está conformado por clientes turistas que, no conformes con un par, se llevan de a diez para uso personal.

«Nos llegan muchos mails de afuera de personas interesadas en comprar grandes cantidades, pero no tenemos estructura para eso. Tendríamos que formar especialistas, darles el oficio para fabricar una partida, pero después no podríamos mantenerlos», sostiene Pascual.

Mientras, sigue creciendo la demanda. «Un español compra diez pares por mes, que luego revende en su país», comenta Aurelio Ecafidi, artesano de Linda´s. «Vendo entre tres y cinco pares por día a extranjeros», le hace eco Eduardo Paulo, de Mahara. Brasileños, alemanes, italianos, japoneses y americanos vienen a Buenos Aires porque parece que el tango es ahora una pasión de multitudes. Y después se la llevan a otras latitudes.

Por María Paula Zacharías

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/547922

Publicada por LA NACION, Comercio Exterior, 27 de Noviembre de 2003. imagen: http://unjourunobjet.blogspot.com/



Categorías:Cultura y sociedad

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